Cuando se oye hablar del poeta José Antonio
Ramos Sucre inmediatamente nos conduce a la idea de un trovador venezolano
incomprendido e insomne de reconocida trayectoria internacional. Algunos saben
de su amplio itinerario, de su experiencia como pedagogo y de su título de
Doctor en Ciencias Políticas obtenido en la UCV, todos sabemos que era
poliglota, que se fue a Europa, más exactamente a Ginebra Suiza en labores de
diplomático y así aprovechar su estadía para buscar una posible cura de su
enfermedad nerviosa.
Tristemente también lo recordamos por
suicidarse con un medicamento llamado Veronal que usaba para intentar controlar
su imperturbable insomnio que le estaba causando problemas mentales, el día de
su cumpleaños ingirió una sobre dosis de esa medicina con la intención de
quitarse la vida pero sobrevivió y murió cuatro días después.
Nació
en Cumaná el 9 de junio de 1890 y falleció en Ginebra Suiza el 13 de junio de
1930. Sus restos reposan en el cementerio de Santa Inés en su ciudad natal a
pedido suyo.
Su padre se llamó Jerónimo
Ramos Martínez y su madre Rita
Sucre Mora, quien fue sobrina del Gran
Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el poeta estudió
sus primeras letras en Cumaná.
Y
aquí comienza lo curioso de esta reseña, cuando me entere quede sorprendido,
cosas que uno descubre leyendo.
En el
año 1900 fue enviado a aquí a Carúpano para ser educado por su tío y padrino,
el conocido y recordado presbítero José Antonio Ramos Martínez,
quien empezó a enseñarle el latín y lo puso a leer libros de su abundante
biblioteca.
A el futuro amigo del también poeta de
Manicuare, Cruz Salmerón Acosta, le tocaría vivir en nuestra ciudad como un
monje, de la escuela a la casa y nada de juegos. De la esquina donde vivió su
encierro ubicado en las esquinas de Calle Miranda con Santa Rosa puede verse el
mar que fue motivo de inspiración de muchos de sus poemas. Solo con la muerte
de su tío el presbítero, el 23 octubre de 1903, pudo rescatar la libertad que
le fue negada desde el año 1900.
Era un niño el poeta cuando pasaron unos hechos históricos por
estos lados, en mayo de 1902 la Revolución Libertadora con Nicolás
Rolando a la cabeza le arrebato la ciudad al gobierno, fue el momento de la
famosa herida de Juan Vicente Gómez, al ser enviado por su compadre Cipriano
Castro para intentar retomar Carúpano, pero esa es otra historia.
El poeta aparte de su casa por cárcel tenía
en el colegio a otro verdugo, cómplice de su tío, se trata de J.J. Martínez
Mata que era el director del “Colegio Santa Rosa”, la única expresión grosera
de nuestro personaje es la que aparece en la epístola citada.
Así recuerda
su infancia en Carúpano en una carta dirigida a su hermano Lorenzo con fecha
del 25 de octubre de 1929 un año antes de su muerte. Lean con detenimiento la última
parte del tercer párrafo.
"Señor Lorenzo Ramos Sucre, Agente del Banco
de Venezuela
Maracay
Fiel Lorenzo:
Empiezo
por decirte que Federico está pensionado por el Estado Sucre y que él no se
aplica a los estudios. Es un hombre de sociedad y nada vulgar. Un joven tan
alegre no habría surgido jamás en el presidio de casa. Observa la diferencia.
Luisa puede ser hostil con los extraños, pero no desespera a sus hijos y lo ves
en los casamientos de sus hijos. Por otra parte, la presencia bonancible de
Ramón neutraliza la melancolía y severidad que pueda haber en Luisa. Yo no creo
en severidad, mal humor, irascibilidad: yo no señalo sino crueldad y
vulgaridad.
Tú
sabes que la escasa resistencia que ofrezco a las enfermedades no vienen sino
de un sistema nervioso destruido por los infinitos desagrados, discusiones,
maldiciones, desesperaciones y estrangulaciones que me afligieron.
Carúpano
fue un encierro. El padre Ramos ignoraba por completo el miramiento que se debe
a un niño. Incurría en una severidad estúpida por causas baladíes. De allí el
ningún afecto que siento por él. Yo pasaba días y días sin salir a la calle y
me asaltaban entonces accesos de desesperación y permanecía horas llorando y
riendo al mismo tiempo. Yo odio a las personas encargadas de criarme. No acudí
a papá por miedo. El P. Ramos era una eminencia y yo no era nadie, sino un niño
mal humorado. La humanidad bestial no veía que el mal humor venía de
la desesperación del encierro y de no tener a quien acudir. Yo temía a papá,
quien era atento con Trinita y no conmigo. Ya ves cómo se vino elaborando mi
desgracia. Suponte que yo era regañado por el Padre Ramos y regañado por la
plasta de mierda de Martínez Mata porque retozaba con los niños de mi edad, a
los once años, en la plaza de Santa Rosa. Es decir, yo era regañado por un acto
impuesto por la pedagogía anglosajona hace tres siglos y defendido celosamente
por la policía anglosajona. Habla con personas que conozcan a Inglaterra y los
Estados Unidos.
Al
salir de ese presidio de Carúpano, circuito del infierno dantesco, pude salir a
la calle, pero la tiranía era más severa aunque de nueva forma. Incurría en el
enojo de Rita Sucre por actos de falta de atención o de fatiga de la atención y
estas escenas eran tremendas y duraban meses. No podía aplacarla a pesar de mi
docilidad nativa. Yo me creía obligado a dar el ejemplo de la honestidad y sólo
conseguí ser un hipócrita, un mentiroso.
Creo
en la potencia de mi facultad lírica. Sé muy bien que he creado una obra
inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de
tantos dolores.
Tú
supondrás si con tales antecedentes puedo yo resistir una infección
imperecedera como la amibiasis. El desequilibrio de mis nervios es un horror y
sólo el miedo me ha detenido en el umbral del suicidio. Uno no hace lo que
quiere sino lo que le permiten las circunstancias de herencia, educación, salud
o enfermedad corporal, etc. Nuestros actos son involuntarios y hasta
irreflexivos.
Ahora,
yo observo que yo era más vivo que mis contemporáneos y que ellos sólo me
superaban en tener hogar sedante y tolerante. Yo he sido querido, admirado,
compadecido por bellísimas mujeres. Naturalmente, no he abusado de su bondad.
María del Rosario Arias habló conmigo una sola vez, antes de venirme para
Caracas y me recordaba afectuosamente por ese único motivo. Se asombró de mi
humanidad y amenidad al conocerme.
Yo
no recuerdo a José Antonio Yépez. Salúdalo con mucha cordialidad en mi nombre.
Dolores Emilia está muy satisfecha de ti y de tu gente.
Los
juicios acerca de mis dos libros han sido muy superficiales. No es fácil
escribir un buen juicio sobre dos libros tan acendrados o refinados. Se
requieren en el crítico los conocimientos que yo atesoré en el antro de mis
dolores. Y todo el mundo no ha tenido una vida tan excepcional. Solamente
Leopardi, el poeta de la amargura. Alguien ha apuntado ya mi semejanza con el
lírico y filósofo italiano. Lírico es el que habla de sus propias emociones.
Antier
estuvo por aquí la importante Gladys, mi sobrina perfecta. Creo que no se fue
descontenta.
Conserva
tu salud y compra una casa en Caracas.
Te abraza tu hermano, JARS." (pàg 177)
Sus principales publicaciones literarias están abreviadas en
las siguientes publicaciones: “Trizas de papel” en 1921; “Sobre las huellas de
Humboldt”, en 1923; “La torre de timón”, en 1925; “El cielo de esmalte” y “Las
formas del fuego”, en
1929. En homenaje a su memoria la Universidad de Salamanca, España, creó la
Cátedra de Literatura Venezolana José Antonio Ramos Sucre.
Me gustaría leer sus comentarios.
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