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martes, 5 de enero de 2021

EL GENERAL BOLÍVAR EN CARÚPANO Sobrevivió comiendo pescado y plátano (1816)


 Del libertador se ha escrito mucho pero no  se ha leído tanto, sus batallas, amoríos y desvaríos, triunfos y dificultades, sus viajes.

 De su manera de alimentarse no se sabe mucho, según el general Luís Perú de Lacroix, que escribió sus experiencias de vida al lado de Simón Bolívar en el “Diario de Bucaramanga”, señala que prefería comer arepa al pan de trigo y las legumbres a la carne, comía muy pocos dulces pero si muchas frutas. Aclaremos, esto cuando tenía para escoger que alimentos consumir, por cierto, dicen que era amante de acompañarlos siempre con ají. Por otra parte su edecán Daniel Florencio O’Leary, señalaba que al libertador le gustaba preparar sus propias ensaladas.

En nuestra la ciudad la situación del tema alimentario no fue la mejor. Existen documentos epistolares de cuando nos visitó en 1814 y en 1816 relacionados con los problemas para abastecerse de comida, veamos.

Cuando en su momento el General Piar le solicitaba alimentos, el Libertador Bolívar responde desde Carúpano el 12 de junio de 1816, señor General: “En cuanto a víveres, aquí perecemos; y así no puedo mandarlos para la guarnición de Río Caribe” (p. 21) Se preparaba en esa fecha una expedición rumbo a Güiria.

Y al Coronel Soublette le escribe, cuatro días después, el 16 de junio de 1816:

"La gran guardia que al mando del Comandante Alcántara está apostada sobre San José, no tiene absolutamente nada qué comer, haga V.S. que inmediatamente le vaya un cajón de sardinas y room (ron). También necesitan el mismo destacamento 8 fusiles, 8 lanzas y una docena de piedras de chispa que deben irse cuanto antes. Dios y &" (p. 39)

Algunos historiadores señalan que uno de los aspectos más importantes de Simón Bolívar era su preocupación por su ejército, sobre todo en lo que respecta a la alimentación, lo cual constituía un verdadero problema en esa época porque había poca gente trabajando el campo o pescando puesto que casi todos los hombres estaban ocupados haciendo la guerra para un bando u otro.

En relación con las bebidas alcohólicas, muchos pueden pensar que no se ingería licor, pues no es así, leamos este fragmento.

El 18 de junio de 1816 desde el Cuartel General de Carúpano, le escribió al Comandante Militar de Rio Caribe:

 “Si hubiere algunas tablas o viguetas en el pueblo, hará V, traer en las mismas piraguas todas las que se puedan y enviara al mismo tiempo todo el room (ron) que haya quedado, pues según me han informado  solo han venido dos bocoyes (barriles grandes) cuando estoy entendido que eran cinco o seis los que habían” (p. 45)

La situación alimentaria de los patriotas era muy precaria, literalmente estaban pasando hambre, en la misma fecha de la anterior misiva y dirigida al Gobernador del Cuartel General (no señala el nombre) se puede leer:

“Incluyo a V.S. la adjunta lista de pescadores que están empleados en el servicio para que los haga solicitar y poner a disposición del encargado de la pesca, ciudadano Villeret. Es de urgente necesidad este paso pues no tenemos que comer hoy y no hay los pescadores necesarios para proveernos de todas las raciones que se consumen. Dios y &” (p. 45)

El ejército libertador y sus oficiales vivieron días aciagos aquí en Carúpano, al parecer no solamente por los peligros que una guerra representa, puesto que ya lo sabemos sino que alimentarse era todo un verdadero problema, es bueno saberlo porque muchos pensábamos que los militares y el General Bolívar comían manjares y tomaban vino a diario.  Ese mes de junio fue para nuestros ilustres visitantes una verdadera odisea, el 21 del mismo mes y año, escribía al Comisionado de Playa Grande:

“Se me ha informado que ayer no ha mandado V. sino veinticinco pescados, como único producto de la pesca que se hace ahí. Es bien extraño que teniendo V.  tantos hombres empleados en este solo servicio, y siendo tan abundante el pescado es esta costa, venga un número de raciones incapaz de aliviar en nada nuestras provisiones de víveres. Si en adelante continua V. con la misma omisión me veré forzado a librar providencias coercitivas las más fuertes, cuyo peso recaerá principalmente sobre V.” (p. 55)

Bolívar se enteró después que la escaza pesca se debió a que los responsables de hacerla se replegaron a sitios seguros porque se acercaban los realistas por la vía de Cariaquito por lo cual se disculpó luego con el comisionado. Vemos aquí que estaba dispuesto a mantener su autoridad sobre todo en las cosas que pueden parecer sencillas, además demuestra que debía ser el administrador de un ejército en serias dificultades logísticas pero que esperaba refuerzos  de un momento a otro lo que requeriría más raciones de pescado. No eran los productos del mar solamente el tipo de  comida que le preocupaba.

También solicitaba que le proporcionaran plátanos, como podemos leer en esta última cita, de una carta fechada en Carúpano el 30 de junio de 1816 y dirigida al Comandante Figueredo:

“Haga V. que todos los soldados de su cuerpo corten cuantos plátanos puedan cargar ellos y sus caballos; concluida que sea esta fatiga se retirara V. hasta este Cuartel General trayendo los caballos y los hombres cargados con las provisiones que he dicho. Salud y libertad” (p. 95)    

Se marcha de Carúpano el General Bolívar, evacua con su ejército nuestro puerto, atrás quedan los hechos, el decreto de libertad de los esclavos. En la playa las anécdotas, en  Carúpano Arriba le negaron un vaso de agua y en un tamarindo amarro su hermoso caballo blanco.

¿Cuál sería el último pensamiento del libertador sobre nuestra ciudad?

Carúpano: 5 de enero de 2021. Moisés Arrocha González


 

El marco referencial usado fue el texto titulado " 1814  Bolívar en Carúpano 1816 " publicado por el Colegio Universitario de Carúpano  en el año 1983 con una selección y estudio realizado por nuestros colegas los docentes: Euclides Salazar e Iván Gómez.



jueves, 24 de diciembre de 2020

Los náufragos dentro de la botella ( Diciembre 2020 )

 


 

Urgente, no necesitamos ayuda, somos los náufragos de un navío con una valiosa carga de felicidad, no importan nuestras coordenadas. Lo que disfrutamos mirando desde dentro de esta botella nos hace sentir en otro mundo, es nuestra nave un submarino o a veces un hermoso velero viajero, sin timón, sin rumbo y sin motor, las corrientes y los vientos del mar nos llevan a todas partes, las maravillas que miramos tripulando este bello barco, brillante, encendida e iluminada por las estrellas fugaces, no dejan de impresionarnos. Queremos seguir soñando y rogamos que nunca se afloje el corcho de la garrafa y que jamás choquemos con una montaña de hielo. Esquivamos milagrosamente la quilla de un barco pirata, las balas de un acorazado en fuga y los remos del humilde bote de un pescador playero temiendo que nos mande al fondo del mar. Eludimos anzuelos, anclas y cadenas. Escapamos por agujeros de las redes verdes y azules Hemos esquivado arrecifes de coral no sin antes contemplar sus bellezas, todos aquí estamos asombrados por las tortugas de mil colores, el peinado y despeinado de las algas, miles de caballitos de mar han besado nuestra botella, las estrellas irradian su luz para la tripulación marinera y su capitán a la deriva por los mares del planeta. Sirenas tricolores dejaron de cantar al vernos pasar, nos observaron sorprendidas y algunas hasta sonrieron y nos guiñaron sus ojos. Fuimos por ratos a la superficie y tomamos el sol, nos sumergimos en las noches oscuras de precipicios marinos y descubrimos luces fosforescentes que nos hacían señas. Los delfines y los peces voladores nos guiaron cuando nos perdimos y las gaviotas se posaron a descansar sobre nuestro transparente navío viajero. Salimos ilesos de tormentas y tifones, luego descansamos mecidos por olas tropicales bajo la sombra de algunos cocoteros en arenas blancas sin huellas. Con nuestros catalejos y antigua brújula logramos ubicar y mirar la estrella de Belén. Si encuentran esta botella y leen este mensaje aseguren bien el tapón de corcho y sin temor arrójenla al mar que queremos seguir viajando. 

Este cuento va dirigido a los niños y no tan niños, especialmente a mi nieta Miranda, mi nieto José Cordero Arrocha y a mi hijo menor Diego, como regalo de navidad.

Los quiero a todos saludos

Moisés Arrocha González. Carúpano 24 de diciembre de 2020

 


 

 

 

sábado, 5 de diciembre de 2020

Título: El Profanador Autor: Moisés Arrocha González (año 2020)

 

Esta entrada del blog  se sale de la historia de Paria pero me parecio interesante espero les guste

Con el cuento titulado “El Profanador” decidí  concursar en el sexto certamen literario de la revista “Nyctelios”  que pertenece al Círculo Lovecraftiano & Horror y en al semanario “El Ojo de Uk”, en México. El veredicto está previsto para este 19 de diciembre, con tres primeros lugares,  las obras deben pertenecer al género de horror/terror, la extensión de las mismas deberá ser de un mínimo de 600 palabras y un máximo de 1000. Los trabajos deberán publicarse en la página de Facebook del concurso: facebook.com/events/258037342174177. Aquí pueden leer todos los cuentos.

Lo que más me llamo la atención de este concurso, es que el público y los escritores tienen acceso a los cuentos, es abierto, no como otros donde la lectura es privilegio del jurado. Si usted es amante de la literatura y desea concursar o informarse les recomiendo que visiten la  www.escritores.org, es la página más completa sobre el tema. Espero les guste y como siempre pendiente de sus comentarios, saludos.

 



 

 

Título: El Profanador

Autor: Moisés Arrocha González

    

    En una antigua ciudad de una península olvidada, con noches oscuras, corría entre sombras y caminaba por las calles desperdiciando la luz  intermitente de las lámparas de querosene, el campo santo tenía senderos que solo él conocía, en el día como un paisano más asistía a las exequias y a las ceremonias de muertos, detallaba sus atavíos, no discriminaba si eran hombres, mujeres, niños ni ancianos, políticos, militares, curas ni doctores.

    Armado de una oxidada picota, un afilado puñal y una pobre pala, alumbrado por segundos con el reflejo del faro del puerto, desnudaba y desmembraba cuerpos, de vez en cuando era minero de calaveras buscando oro en bocas con gusanos, a veces en organismos putrefactos y malolientes.

    Sus clientes eran connotados sabios, médicos y hasta sastres poco honrados. Incluso un músico compro una tibia para confeccionar una flauta.

    Por la ventana de su pocilga entraba el aire, el olor a salitre y la lujuria, la brisa movía con suavidad la sucia cortina cómplice del desbaratado camastro, sin ninguna baratija exótica en su cabellera.

    No permitió de su mujer explicación alguna, ni una palabra, del amante jamás se supo nada, ella recibió una sola y certera puñalada con la navaja sucia de su trabajo.

     Asesino a su esposa y busco un lugar por todo el cementerio con una antorcha de las que alumbran a los iniciados, piso sobre tumbas cóncavas o convexas. Sus quejidos trágicos espantaban sirenas y sus cabellos se enredan en negras algas enlazados con corales, en el huerto del señor le esperan huestes enteras de larvas putrefactas, hervidero de gusanos. Con su boca abierta, la mirada de la que hasta ayer fue su amada tiene ahora un atisbo burlesco sus ojos semicerrados parecieran contemplar a un bufón sin reyes. En sus manos quedaron mechones, fragmentos de piel enredados entre sus dedos crispados.

    Ahora es el quien huye por encima de cruces profanadas, sin derrotero en su sanguinaria fuga, los búhos se alarman en la noche despiadada y casi nostálgica. La vieja iglesia deja oír sus campanas hablando antiguos idiomas olvidados. No podrá huir de los jueces de los muertos ni de los dioses de las tinieblas.

    El poeta es un sabio que lo descubrió todo, sabe quién es la víctima que flota a la deriva entre las olas y conoce al asesino en ciernes, ha visto en su rostro una calavera negra.

    Un cetáceo surgido del inframundo busca el cadáver en el encrespado mar para desaparecerlo en sus entrañas y mira por la playa escudriñando al asesino, peregrino arrepentido que ahora escruta su fosa. El poeta lo escucha rezar y disuade a su dios del perdón, aves negras majestuosas revolotean sobre el lugar. Un hombre con barba y una mariposa negra lo espera pacientemente.

    El juglar anudo por las piernas al hombre a plateados saurios que lo arrastraron por el lugar, llevaba en una mano la pala y en la otra la picota, dejando un extraño rastro en el suelo al ser tirado, el puñal desgarraba sus entrañas que saltaban en pedazos por  toda la necrópolis. Un río de dolor, maldiciones, lágrimas, pesadillas y gemidos se sentía en la bruma de la noche, ahora era la carne de su cadáver la que se esparcía por todas partes.

    Sola vago por unos días la hermosa y avergonzada  hija del profanador recogiendo las flores inanimadas de fuego del cementerio, seguro era la diosa de las muertes iracundas antes que la hiciera mi mujer y escribí para ella los poemas más sombríos.

    En la playa, el poeta y la hija del profanador miran a su hijo jugueteando con la pala y la picota en la arena. Las olas lo tocan suavemente como un leve sueño. 

Autor: Moisés Arrocha González



Los órganos armónicos extraviados, Iglesia Santa Rosa de Lima Carúpano (Años: 1865, 1879 y 1903)

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