Esta entrada del blog se sale de la historia de Paria pero me parecio interesante espero les guste
Con el cuento titulado “El Profanador” decidí concursar en el sexto certamen literario de la revista “Nyctelios” que pertenece al Círculo Lovecraftiano & Horror y en al semanario “El Ojo de Uk”, en México. El veredicto está previsto para este 19 de diciembre, con tres primeros lugares, las obras deben pertenecer al género de horror/terror, la extensión de las mismas deberá ser de un mínimo de 600 palabras y un máximo de 1000. Los trabajos deberán publicarse en la página de Facebook del concurso: facebook.com/events/258037342174177. Aquí pueden leer todos los cuentos.
Lo que más me llamo la atención de este concurso, es que el público y los escritores tienen acceso a los cuentos, es abierto, no como otros donde la lectura es privilegio del jurado. Si usted es amante de la literatura y desea concursar o informarse les recomiendo que visiten la www.escritores.org, es la página más completa sobre el tema. Espero les guste y como siempre pendiente de sus comentarios, saludos.
Título: El Profanador
Autor: Moisés Arrocha González
En una antigua ciudad de una península olvidada, con noches oscuras, corría entre sombras y caminaba por las calles desperdiciando la luz intermitente de las lámparas de querosene, el campo santo tenía senderos que solo él conocía, en el día como un paisano más asistía a las exequias y a las ceremonias de muertos, detallaba sus atavíos, no discriminaba si eran hombres, mujeres, niños ni ancianos, políticos, militares, curas ni doctores.
Armado de una oxidada picota, un afilado puñal y una pobre pala, alumbrado por segundos con el reflejo del faro del puerto, desnudaba y desmembraba cuerpos, de vez en cuando era minero de calaveras buscando oro en bocas con gusanos, a veces en organismos putrefactos y malolientes.
Sus clientes eran connotados sabios, médicos y hasta sastres poco honrados. Incluso un músico compro una tibia para confeccionar una flauta.
Por la ventana de su pocilga entraba el aire, el olor a salitre y la lujuria, la brisa movía con suavidad la sucia cortina cómplice del desbaratado camastro, sin ninguna baratija exótica en su cabellera.
No permitió de su mujer explicación alguna, ni una palabra, del amante jamás se supo nada, ella recibió una sola y certera puñalada con la navaja sucia de su trabajo.
Asesino a su esposa y busco un lugar por todo el cementerio con una antorcha de las que alumbran a los iniciados, piso sobre tumbas cóncavas o convexas. Sus quejidos trágicos espantaban sirenas y sus cabellos se enredan en negras algas enlazados con corales, en el huerto del señor le esperan huestes enteras de larvas putrefactas, hervidero de gusanos. Con su boca abierta, la mirada de la que hasta ayer fue su amada tiene ahora un atisbo burlesco sus ojos semicerrados parecieran contemplar a un bufón sin reyes. En sus manos quedaron mechones, fragmentos de piel enredados entre sus dedos crispados.
Ahora es el quien huye por encima de cruces profanadas, sin derrotero en su sanguinaria fuga, los búhos se alarman en la noche despiadada y casi nostálgica. La vieja iglesia deja oír sus campanas hablando antiguos idiomas olvidados. No podrá huir de los jueces de los muertos ni de los dioses de las tinieblas.
El poeta es un sabio que lo descubrió todo, sabe quién es la víctima que flota a la deriva entre las olas y conoce al asesino en ciernes, ha visto en su rostro una calavera negra.
Un cetáceo surgido del inframundo busca el cadáver en el encrespado mar para desaparecerlo en sus entrañas y mira por la playa escudriñando al asesino, peregrino arrepentido que ahora escruta su fosa. El poeta lo escucha rezar y disuade a su dios del perdón, aves negras majestuosas revolotean sobre el lugar. Un hombre con barba y una mariposa negra lo espera pacientemente.
El juglar anudo por las piernas al hombre a plateados saurios que lo arrastraron por el lugar, llevaba en una mano la pala y en la otra la picota, dejando un extraño rastro en el suelo al ser tirado, el puñal desgarraba sus entrañas que saltaban en pedazos por toda la necrópolis. Un río de dolor, maldiciones, lágrimas, pesadillas y gemidos se sentía en la bruma de la noche, ahora era la carne de su cadáver la que se esparcía por todas partes.
Sola vago por unos días la hermosa y avergonzada hija del profanador recogiendo las flores inanimadas de fuego del cementerio, seguro era la diosa de las muertes iracundas antes que la hiciera mi mujer y escribí para ella los poemas más sombríos.
En la playa, el poeta y la hija del profanador miran a su hijo jugueteando con la pala y la picota en la arena. Las olas lo tocan suavemente como un leve sueño.
Autor: Moisés Arrocha González
Profesor pero le faltó más, y la segúnda parte? Logra el efecto que conseguían aquellas viejas y ya olvidadas novelitas vaqueras que solía sacar a escondidas de los pantalones viejos de mi abuelo, excelente narrativa, realmente logra que el lector de sumerja en la historia, pero quedamos con las ganas de leer una segunda parte. Felicidades
ResponderEliminarMuy bueno
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