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lunes, 25 de octubre de 2021

CAMPO DE AVIACIÓN: VUELOS Y AVIONES. CARÚPANO AÑO 1936-39

 

Del puerto de nuestra ciudad marinera se conoce bastante, sus sucesivos muelles, su rada, su bahía, su collado (Guzmán Blanco)  donde se ubicó eternamente sus distintos faros, destino final del tranvía desde el Mangle, su ultimo muelle con rompeolas sistemas de iluminación boyas, galpones para resguardar los productos agrícolas café y cacao sobre todo, grúas, monta cargas y tractores halando las zorras que luego se usaron en los carnavales y hoy están abandonadas en las calles de Carúpano, perdiéndose otro patrimonio histórico. Los ferris… toda aquella gente, personal obrero y administrativo, tanto del gobierno como las navieras internacionales que aquí hacían vida.

     Pero del aeropuerto ¿qué sabemos de nuestro campo de aviación? Honestamente muy poco, ¿siempre funciono donde lo conocemos hoy?, ¿cuándo fue el primer vuelo?, quienes y qué tipo de naves sobrevolaron nuestra ciudad, ahora no portuaria sino aérea.

     Hablando con mi amigo Alfredo Martínez Martínez, empleado del aeropuerto durante muchos años, me proporciono un dato importante, si bien el aeródromo ha estado en ese sitio y no en otro lugar, la pista de aterrizaje no tenía esa orientación, la anterior la atravesaría formando casi una equis, desde donde hoy está ubicado el Colegio de Ingenieros “buscando” hacia la Salina Real (El Matadero barrio Brisas del Carmen). Por esa zona existen restos de la antigua pista. No tengo por qué dudar de los datos de Alfredo, quien por cierto me obsequió la foto tomada aproximadamente en los años 90,  que hoy acompaña esta reseña, muchas gracias para él.

    Ahora un poquito de historia, ya verán la razón.  La primera fuerza aérea venezolana se fundó cuando gobernaba Juan Vicente Gómez Chacón, desde el año 1908 al 1935. Contaba con tres aviones biplanos franceses Breguets 19, pintados de color verde, comenta Clemente Balladares en su crónica: “Cumana atacada desde el aire”

“Los tres aviones sobrevolaron por separado para buscar mejor por todo el Golfo de Cariaco, llegaron hasta Carúpano y continuaron hasta Güiria y Pedernales sin ver al vapor. Manuel Ríos llegó hasta Boca de Dragón, en la frontera más oriental de Paria. Todos regresaron a Cumaná al mediodía”

 Estas naves fueron enviadas a perseguir y bombardear al vapor Falke que había fracasado en su tentativa de derrocarlo invadiendo por Cumaná el 11 de agosto de 1929, destacaban entre aquellos lideres generales Delgado Chalbaud, Pedro Elías Aristiguieta, herido por El Pilar cuando huía, falleció y fue enterrado en nuestra ciudad, pueden leer en este mismo blog, Cortejo Fúnebre de Pedro Elías Aristiguieta, 27 de agosto de 1927, José Rafael Pocaterra a este último le toco la engorrosa decisión de huir no sin antes de tirar por la borda todo el armamento militar, pero esa historia ya se las narre.

     Los tres aviones buscaron al vapor Falke,  desenganchando un par de explosivos en Cumana, volando por separado desde el Golfo de Cariaco, pasaron por encima de nuestra costa y siguieron hasta Güiria y Pedernales sin encontrarlo, así que se quedaron con las ganas de soltar sus bombas y dispar sus ametralladoras, el barco fue a dar a Granada y luego a Trinidad el 14 de agosto de aquel fatídico año de 1929.

     Otros aviones que nos sobrevolaron fueron las naves aéreas norteamericanas e inglesas que despegaban y aterrizaban desde la isla de Trinidad para aquella época  colonia británica y que alcanzo su independencia del Reino Unido el 31 de agosto de 1962.

    Desde la base militar establecida en Chaguaramas surcaron parte del cielo carupanero; dirigibles, Zepelines los llamaban nuestros viejitos aquí en Carúpano, el nombre le viene dado por uno de sus inventores y promotores. Aviones anfibios, sobre todos los Catalina, bombarderos y  cazas en persecución de los submarinos U-Bot alemanes que hundieron varios barcos venezolanos con petróleo, estas naves patrullaban esta zona del mar Caribe. Para este tema podemos investigar la llamada Operación Neuland, llevada a cabo por  el famoso almirante alemán Karl Donitz entre 1942 y 1944.

    Por cierto existe una historia de un avión militar norteamericano estrellado en las montañas parianas, pero no la tratare en esta entrada.

    No he dado con la fecha exacta de la inauguración del primer aeródromo que dé manera formal haya funcionado en nuestra ciudad pero aquí les dejo esta cita:

“Entre  1936  y  1939  se  construyó  el  Aeropuerto  Grano  Oro en  Maracaibo,  principal  centro  petrolero,  para  el  momento  el  terminal  más importante del país pues podía recibir aviones de gran tamaño. Se dio inicio a la construcción del Aeropuerto de Maiquetía, donde existía un campo de aterrizaje construido por Panamerican Airways y también se construyeron los aeródromos de  Ciudad  Bolívar,  Barquisimeto,  Cumaná,  Carúpano,  Santo  Domingo  (San Cristóbal),  Guasdualito  y  Puerto  Páez”(P. 38)

 

     Bueno ya tenemos una referencia entre 1936 y 1939, fue construido nuestro aeropuerto, ya no sería más un campo de aviación.

     Señala Luis Xavier Grisanti en la revista Analítica.com (12 de julio 2021): “Sin embargo todavía para trasladarse a Caracas, por los años 40, la mayoría de los orientales tenían que trasladarse a nuestro puerto o Guanta”

     Nuestro aeródromo es también un lugar lleno de mucha historia, quien no recuerda, al menos los de mi edad, los paracaidistas, auténticos acróbatas del aire en los carnavales de los 60 y 70 volando sobre la pista y soltando humo de colores de sus botas, inolvidable.

     Otro hecho menos entretenido pero heroico y digno de nombrar ocurrió también a finales de la década de los 70, un numeroso grupo de personas se intoxicaron con mejillones producto de una marea roja y sus vidas dependían de un fármaco que se les debía colocar de inmediato, un avión lo traería, pero de noche, la pista no contaba con alumbrado nocturno (balizaje), por Radio Carúpano se llamó a las personas propietarias de vehículos para que acudieran a colocar los carros ordenadamente a lo largo de los bordes de toda la pista a fin de iluminarla, la cantidad de voluntarios para tan noble acto fue tan grande que casi hace colapsar el operativo, finalmente todo culmino bien.

     Ocurrió varias veces que algunos grandes aviones de Avensa y Aeropostal terminaron saliendo de la pista al final,  años después fue alargada para evitar que esto sucediera, nunca fue más allá de un gran susto.

     Años después colocaron el balizaje que al poco tiempo desapareció y una enorme cerca perimetral para evitar el cruce de peatones pero  de nada sirvió.

     Me comentaron también del secuestro de un vuelo que partió desde aquí, pero investigue y no encontré información sobre ese tema.

     El año 1962, el 25 de febrero, fue también un año importante para la aviación local marcado por dos razones. El vuelo 530 un F-27 de siglas YV-C-E-V-H de Avensa que debía cubrir la ruta: Carúpano, Porlamar, Cumaná, Maiquetía, se estrelló contra el Cerro la Gloria, sector El Piache en Margarita, falleciendo en este accidente miembros de respetables familias carupaneras, años después otro avión, pero de la línea Aeropostal corrió con la misma suerte. La información pertenece al portal de noticias El Carupanero Digital de fecha 3 de enero 2021.

     El Batallón de Infantería número tres de Carúpano se levanta contra el gobierno de Rómulo Betancourt, día 4 de mayo: “Los rebeldes secuestran un avión de la compañía Avensa, con el cual hacen vuelos de reconocimiento por la ciudad” (P. 3). Por cierto en esos días cantaba en la ciudad Lila Morillo acompañada de  Mario Suarez quienes se vieron obligados a posponer sus compromisos.

     Siendo un niño visite con mi padre el aeropuerto y evoco en mi memoria  a los pilotos y aeromozas bajar vestidos elegantemente a comerse unas arepas con chorizo carupanero. Algunos pedían un coco frio y sobre el mismo mostrador sacaban el fruto de una nevera que enfriaba con agua dentro, le daban tres certeros machetazos, metían un pitillo y listo.

     Recuerdo cercana a la pista aquella manga de viento (anemoscopio) color naranja que flotaba en el aire indicando la fuerza  y dirección del viento: calma, ventolina, flojo, muy flojo y al final temporal, borrasca y huracán.

     Antes de abordar el avión se revisa el equipaje en la salida al aire libre en una mesita de hierro azul y luego a la cola de pasajeros, rumbo a Maiquetía con escalas  una veces en Porlamar, Cumaná o Maturín.

     Desde hace muchos años no hay vuelos comerciales, solo nuestros sueños se elevan gratis. Gracias por seguirme.

 

Bibliografía y páginas web de apoyo a la reseña

 http://matasietepuntocom.blogspot.com/2018/02/el-cerro-el-piache-sus-dos-caras-y-sus.html

Cilento S. A: El Ministerio de Obras Públicas en la construcción de la infraestructura para el desarrollo (1874-1976). Trabajo de incorporación al sillón XIV de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat. Caracas, marzo de 2015. http://www.acading.org.ve/info/publicaciones/trabajos_incorporacion/ti_alfredo_cilento.pdf

El carupanazo: movimiento de recuperación democrática. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Centro Nacional de Historia. Año 2020.

“Cumaná atacada desde el aire. La orden inicial era hundir al vapor «Falke» insurrecto en agosto de 1929”.  Balladares Castillo, Clemente. (5 mayo) 2019.

Grisanti Luis X.  Revista Analítica.com (12 de julio) 2021.

 

 

 

domingo, 12 de septiembre de 2021

El indio realista Macario Martínez, Carúpano. Año 1820

 

 


Conocedor de todas las montañas cercanas a Carúpano, el indio Macario Martínez fue el azote de los patriotas en toda la región, Bartolomé Tavera Acosta (1865-1931), nuestro historiador y paisano descubrió para nosotros su semblante, sus hazañas y su trágico final. “Historia de Carúpano” editada por primera vez en el año 1930 y con total de 364 páginas es la obra que seleccione para comentar esta entrada y es la investigación más detallada que se tiene sobre Macario Martínez.

     Me lo imagino cargando con sus seguidores, una pistola o un fusil de metro y medio y de unos seis kilogramos de peso, este tipo de armas se cargaban con pólvora negra que al disparar dejaban un rastro de humo que cubría un amplio espacio. Un disparo de esas armas salía para cualquier lado no era una cuestión de puntería sino de suerte para dar en el blanco. Por lo cual era usual dispararle a un grupo de soldados y ni a uno en particular, cuando se trataba de atacar a un solo enemigo era más oportuno usar un cuchillo o un sable, hombre resuelto el indio Macario. Tenían que ser estos soldados de ambos bandos personajes sin sentimientos a la hora del combate. Cuando debían usar una bayoneta, tosca de poco filo y mucho peso que debían clavar varias veces a sus oponentes se ponían en evidencia que eran gente de sangre fría.   

     Con sus combatientes entre los riscos y las sierras, quizás montados en los árboles, estos ágiles y escurridizos combatientes carupaneros partidarios del rey de España aparecían y desaparecían.  

     Hombre de a pie o cabalgando en bestias por caminos llenos de tunas y cardones, con frío o calor hirviente, con lluvia o sequía,  Macario aparecía con su gente, disparaba, tomaba un lugar y desaparecía por los caminos de Paria. Héroe realista olvidado por la historia si no fuera por Bartolomé Tavera Acosta. Él disfrutaba atacando a todos los alzados contra España, se dio el lujo de preocupar a los más importantes generales patriotas, incluyendo a Bolívar. De sus características físicas se dice poco y al parecer era pariente de Isidro Barradas, quien era sobrino de Francisco de Miranda que vivió en Carúpano, a continuación escribió:

 “Así como entre los que siguieron las bandera del rey se contaron a los Barradas y Martínez, los Barradas y González, los Ordosgoiti, los González, los Guánchez, los Domínguez, los Ibarreneta, los Quijada, los Barrio-nuevo, los Ocampo y señaladamente el famoso indio Macario Martínez, carupanero muy afecto a los Barradas y Martínez” (p.100)

   

     En uno de mis anteriores artículos titulado; “Sobrino de Francisco De Miranda vivió en Carúpano. Año 1791”, había señalado la presencia de la familia Barrada Miranda aquí en nuestra ciudad portuaria. Leyendo a Tavera Acosta resulto que existe un  vínculo de esta familia con el indio Macario Martinez aunque nunca ha sido totalmente aclarado totalmente.

    Describe Tavera Acosta en su estilo muy peculiar, uno de los tantos ataques, tomas y avanzadas que  Macario llevo a acabo en  Carúpano, veamos:

 

“Poco despues de haber pasado Bermudez por Carúpano, sufre la poblacion un asalto de Macario Martinez y de su segundo Francisco Quijada. Defienden la plaza el comandante Bernardo Olivier Marcano, que es el jefe militar, y los oficiales Jerónimo Salazar Vetancourt y Luis Alcal,a quienes sostienen las baterias del puerto. Los asaltantes acometen sobre el cuartel y sobre las mencionadas fortificaciones, pero quedan derrotados. Salazar resulta herido. Martínez y Quijada corren a las serranias de Cusma y Chipichipi y no son perseguidos. Tras breves dias trascurridos volveran atacar y ocupar la población, en donde capturan a Salazar, todavía curándose la herida que antes recibiera. A poco abandonan la plaza y así mantienen en constante alarma a los moradores, hasta la entrada en Carúpano del terrible coronel Morales”. (p.129)

    

     Aclaremos dos conceptos antes de continuar; cuando se habla de plaza y cuando de batería, la primera palabra se usa como sinónimo de lugar a conquistar y la segunda a un grupo o conjunto de cañones.

     Poseía Macario buena información de “espías” en la ciudad que le notificaban de todo lo que pasaba, lo que le ayudaba a atacar y retirarse con rapidez, teniendo ventaja sobre nuestros héroes patriotas, se internaba por Cusma o Chipichipe y aparecía por San José o Cariaquito. Tiempos después insistía, surgía sorpresivamente por el cerro de El Calvario, Curacho, El Tigre o la bahía de Tío Pedro incomodando y manteniendo en jaque a la población, además de comprometer constantemente a los comandantes del puerto.     

     Para colmo de nuestros generales Macario contaba con el apoyo casi unánime de los habitantes de Carúpano-Arriba, lugar donde se fundo la ciudad el 23 de diciembre de 1647. En este mismo lugar fue donde se decreto la libertad de los esclavos el día 2 de junio de 1816.

      En pocas palabras, este “guerrillero realista” se manejaba a su antojo por aquellos lares. La molestia del general Bolívar fue tan grande como que al ver que los habitantes del lugar no aceptaban la libertad y tampoco querían servir a la causa republicana, el 21 de junio del año 1816 dicto el siguiente decreto:

 

“ Art. 1.- Por la última vez se invita a los habitantes de Carúpano-Arriba, para que se restituyan a sus casas, presentándose en este Cuartel General dentro del término preciso de veinticuatro horas, que se darán por cumplidas mañana a las dos de la tarde.

Art. 2 – El cortijo o guarida de Carupano-Arriba será quemado y destruido absolutamente, con cuanto pertenezca a sus habitantes, dos horas despues de haberse cumplidoel término que se señala, sin que jamas pueda ser reedificado, si no cumplieren con el tenor de este decreto” (p.158)

    

      Señala Tavera Acosta que no le hicieron caso al decreto y tampoco existen pruebas de que el poblado haya sido quemado, salia nuevamente victorioso Macario. Los habitantes se refugiaron en Maturincito, Buena Vista, aparte de Cusma, Chipichipi y otros poblados de las montañas cercanas en done lo conocían bien. Se dice que Mariño arribo a Carúpano para pacificarlo objetivo que no logro por completo porque nuevamente Macario escapaba con vida, continuemos con la narración de nuestro historiador:

“Un día, de los primeros del mes de junio, se resuelve a atacar a los patriotas. Así lo efectúa, pero con tan mala suerte, que hasta con dos heridas sale con la derrota que le infligen. A poco se rehace y vuelve a embestir. Los patriotas que han agotado las municiones, se retiran, y Macario, herido, se adueña de la plaza. Deja a su segundo, Quijada, encargado del mando militar y se embarca para Trinidad a curarse y comprar pertrechos con que continuar la guerra en mejores condiciones” (p. 168)

   

 No se tiene información de la magnitud de las heridas del “guerrillero realista”, tampoco cuanto tiempo duró su ausencia cubierta por Quijada. Lo cierto es que al poco tiempo estaba nuevamente merodeando la plaza, seguimos comentando: “Hallace Canterac todavía en Carúpano al regreso de Macario. El jefe español le proporciona armas y pertrechos …”. (p169)

    

     Unas lineas mas adelante vamos a recordarles quien es Canterac, continuamos:

” Canterac hace reparar las baterías del puerto, destruidas  el año anterior de orden de Bolívar, a fin de dejárselas utilisables al brigadier Cires. Asimismo dispone la construcción de un fortín en la cumbre del cerro que se encuentra a sotavento del puerto, que se conoce como La Vigia” (p. 170)  

 

     Canterac, cuyo nombre completo era José de Canterac fue nada más y nada menos a quien le toco firmar la capitulación del imperio español en Ayacucho en  el año 1824 con la cual terminaba el dominio imperial sobre parte importante de la América del Sur. El otro personaje nombrado en la cita es el coronel realista Tomás de Cires gobernador de la provincia de Cumana. Con todos estos importantes personajes históricos se relaciono el protagonista de este artículo, el indio Macario Marínez.

      Las dos últimas líneas de la cita anterior no deben dejar de comentarse, se ordena la construcción de un fortín en la cima de la montaña La Vigía lugar que hasta el sol de hoy ocupa un lugar con una vista absolutamente privilegiada sobre la ciudad y el mar Caribe, protagonista altanera y silenciosa de más batallas por venir a lo largo de los años.

“Carbonell y Guánchez entregan la plaza a los patriotas carupaneros el 25 de noviembre de 1820. Así Fuentes la de Cariaco. Ese día “cayo en poder de los independientes el Castillo de la Muerte, último asilo de los godos en Carúpano: el 26 quedó prisionera la guarnición de Río Caribe, y al finalizar el mes estaba libre de enemigos toda la cordillera hasta Güiria”. Desde entonces dejan de flamear para siempre a título de jurisdicción sobre los muros de Carúpano, las gloriosas banderas de Castilla" (p. 193)

   

 ¿Pero a que ustedes no se imaginan quién se negó a rendirse así nada más? El indio Macario Martínez, el “irreductible” como lo llamo Bartolomé Tavera Acosta. Al final y después de tanto batallar, no sabemos si por voluntad propia o por engaño aparece Macario. Veamos otra pequeña cita, ya estamos por terminar:

“Sólo queda en armas con unos pocos hombres en la serranías de Cusma y Chipichipi, el irreductible Macario Martínez, manteniendo en constante alarma a la población. Las autoridades envían sobre él varias comisiones sin alcanzar ninguna de ellas la captura del último venezolano que sostiene el pendón del Rey en la región carupanera. Finalmente, el Comandante Militar ordena marcharse el oficial Antonio Salcedo con una compañía e instrucciones de arrasar a todo trance con Macario y con cuantos con él se hallen, si no aceptan salvoconducto y las garantías que se les ofrecen. Salcedo marcha y logra el mejor éxito. Macario se entrega y viene a Carúpano; pero al llegar queda reducido a la cárcel” (p. 193)

 

     El historiador dice “aparece Macario” y nos preguntamos ¿acaso rendido? ¿engañado? ¿delatado? Hemos llegado al final del héroe realista carupanero, personaje olvidado de no ser por Tavera Acosta. Con esta última cita terminamos:

“Hallase a la sazón en el puerto una goleta de guerra al mando del Comandante José María García. Las autoridades de Carúpano lo embarcan para La Guaira. Abordo lo encadenan y ya en viaje, entre Carúpano y Margarita, es fusilado en la proa de la goleta y arrojado al mar su cadáver con grillos y todo. Así cayó el leal y valeroso indígena carupanero, después de haber combatido tesoneramente bajo las banderas realistas” (p. 194)

    

     Triste final para quien combatió ante tantos hombres importantes de nuestra historia latinoamericana, nacional y local. Había para ese momento en el puerto, dice Tavera Acosta, una goleta, ni sabemos su nombre, ni su envergadura, si era de dos mástiles o más, no tenemos algún dato que nos permita identificarla. En 1821 José María García comandaba una goleta de nombre “Diana” pero no quiere decir que fuese en ella donde se le dio muerte a Macario en la proa (parte delantera de una embarcación). ¿Quién dio la orden de asesinarlo y arrojar su cuerpo al mar? ¿Qué sucedió con sus compañeros de armas?, ¿Corrieron igual suerte?, ¿Por qué los historiadores no nombran a Macario? ¿Acaso por sus raíces indígenas?    

Bibliografía

Tavera Acosta, B. (1969) Historia de Carúpano. Imprenta Ministerio de Educación, Caracas.

 

 


miércoles, 11 de agosto de 2021

LOS CARRITOS CHOCONES (1960-70 y 80)

 

 


¡Llegaron los carritos chocones, los caballitos, llegó la estrella!    En la orilla de la playa de nuestro puerto lleno de hechos históricos; donde el general Bolívar caminó y oteo su horizonte, se repelieron invasiones de países enemigos, donde además presenciamos guerras civiles y alzamientos militares. Lugar de llegada de enormes navíos como: el Orange Nassau, Cottica, El Paparo, tiempo después navíos de la armada y submarinos así como como el buque oceanográfico Calipso de  Jacques-Yves Cousteau y tantos más.

     En los años ochenta los ferris Isla de Coche e Isla de Cubagua navegaban entre nuestro puerto, Margarita y La Guaira. Mercado de exportación de productos agrícolas, estación de arribo del teleférico con mineral de azufre desde El Pilar, testigo del paso del tranvía por la avenida Cartagena, iluminados por su faro.

     Testigo de los desfiles de carnaval con los “muñecos cabezones”, el cacharrito y las carrozas entre las que recuerdo las de las colonias españolas (nuestro padre Ruperto Arrocha Tavio diseño y las construyo casi todas), la colonia árabe, la italiana. Durante años nuestras reinas como; Catalina Martínez Latuff (1967), Ana Rojas Bertti (1968), Bárbara Toevs (1969), Carmen Ferrer (1972), aparte de saludar desde sus carrozas muy probablemente chocaron con sus cabellos sueltos en aquellos furtivos parques mecánicos.

      No se puede olvidar las calles cubiertas de bambalinas que todos los años se recogían y guardaban para el próximo carnaval. Y estaba de moda la melodía “Abajo en la esquina” del grupo Credence Clearwater Revival.

     Transformado su litoral con la construcción de la avenida perimetral Rómulo Gallegos, cambio su rostro colonial por una cara moderna. Una plaza para sus carnavales, que se hicieron famosos al pasar de los años con una moderna concha acústica para los principales eventos musicales y culturales. Eventualmente lugar de confrontación de peleas callejeras a puñetazo limpio.

     A su lado en una hondonada flanqueada por la desembocadura del rio Candoroso, llamado despectivamente por los carupaneros como “Guatero”, fue el lugar preferido para instalar los circos y las compañías de entretenimiento mecánico. Desplazando por momentos a otras locaciones; el Mangle, el Boquete, el Yunque, Los Molinos. Parques más modestos con tres o cuatro diversiones se ubicaban en Tío Pedro, antes de remodelarse la Plaza Sucre, Macarapana, Playa Grande y otras localidades.

     Nuestro litoral, presenció el caminar de ciudadanos a sus tareas diarias en el muelle y la aduana. Siempre había tiempo para las citas de los amantes y los conspiradores. Senda de tristes cortejos fúnebres en los hombros de parroquianos acongojados rumbo a la iglesia Santa Rosa y el cementerio.

     Escenario en la desembocadura del rio del primer evento que yo recuerde de “moto cross” con motocicletas de paseo y teniendo como temerario piloto al frente a “metralla”, cuyo nombre de pila no recuerdo.

     Las principales diversiones eran; los carros chocones para adultos y para niños, la casa del terror, la estrella, la silla voladora, los tazones, montaña rusa, el carrusel para niños y otros para jóvenes, que aquí llamábamos los caballitos, bellos corceles de madera o plástico que giraban, vivamente coloreados que subían y bajaban con los niños, a veces sostenidos por sus padres que aprovechaban para darse “una colita”.

     Y para adultos, existía un “cuadrilátero” que en el centro tenía una mesa llena de botellas de licor en forma de pirámide, en su base ubicaban las botellas más económicas, como “vino pasita” y en la cúspide las bebidas de mayor precio. Se compraba un ticket para unas tres argollas que había que lanzar con puntería y ensartar en el cuello del recipiente para ganarla, algunas tenían atadas con una liga de goma algunos billetes de alta o poca denominación según el lugar de asiento en aquella abigarrada estructura.

     Si un menor de edad pretendía adquirir las anillas, el encargado, por lo general un hombre mal encarado, podía decirte algo como, “tú no puedes eres muy carajito”.

     Los kioscos de apuestas no faltaban y viejos tahúres se colocaban cerca de las diversiones para hacer de las suyas. En unas mesas con precarios techos y en las noches tenuemente alumbradas, con un dado enorme o una misteriosa tómbola con la que los dueños siempre terminaban ganando, hacían de las suyas, cada número estaba representado por un animal o una figura.

      ¡Saliooo el tres, el caimáaan!, ¡repitió el seisss, la iglesia! Gritaban tratando de llamar la atención de la gente. Un apostador ganaba y nueve perdían.

    La música se expandía con aquellas cornetas cónicas ubicadas estratégicamente en lo alto de los postes y desde la tarde empezaban hasta terminar a media noche. Su presencia estaba garantizada en fechas como diciembre, carnavales, semana santa, vacaciones escolares o fiestas patronales por esos días segurito que estaban presentes.

     Como escapado de un circo o quizás había trabajado en alguno, aquel hombre encargado de recoger los boletos, saltaba de un vehículo a otro apoyado sobre las gomas negras que servían para amortiguar los golpes, girando como bailarín y haciendo piruetas, sosteniéndose en el poste por el que se alimentaban de corriente aquellos “veloces” aparatos pintados de los más vistosos colores, llenos de chispas que caen del roce de una antena que contactaba en lo alto una malla electrificada. Todo un maromero entre el trafico chocón.

     Cuando el parque iniciaba sus labores, como a eso de las cuatro o cinco de la tarde, la pista estaba siempre desocupada y podía uno pasear plácidamente por toda ella, sin las preocupaciones que causaba el tráfico. Al terminar el “set” y quedar los carros regados por el lugar daba envidia ver al encargado estacionarlos todos con una pericia extraordinaria, de retroceso los colocaba uno pegado al lado del otro esperando nuevos choferes.

     Rodábamos entre el olor a gasoil rociado en la pista, el ruido del generador eléctrico. Su humo y el tosco ruido del metal de las ruedas que ocultas por debajo permitían avanzar al aparato. Nos ubicábamos expectantes en el borde de la estructura para saltar sobre el carro más rápido o en el que pudiéramos, peleándonos para “agarrar” uno, en oportunidades no se podía y había que esperar nuevamente que transcurrieran los tres  o cinco minutos que se nos hacían interminables y cortísimos para los que conducían buscando a la muchacha bonita, conductora que aterrada giraba en círculos o se pegaba en un borde recibiendo instrucciones y abucheos todo el  público incluyendo familiares y amigos. 

     Nuevamente la acción salvadora del equilibrista, del trapecista de las chispas que mágicamente y de la nada aparecía como “Mandrake el Mago” y la despegaba de aquel lugar, segundos antes que la “chicharra” sonara, indicando que se terminaba el tiempo para esquivar o continuar chocando. Nuevamente la correría, los resbalones y cuando pensabas que ya podías montarte en tu bólido, resulta que el chofer tenía una “catajarria” de tiques, o era familia (con boletos de cortesía) del empleado cobrador, árbitro y domador de enfurecidos usuarios que debía correr al tráiler a pasar la corriente y comenzar nuevamente a contar los minutos del “round”.

     Decepcionados después de varios intentos nos retirábamos o retiraban arrastrándonos de la mano, resignados o frustrados a usar la entrada en otro de los aparatos mecánicos. La silla voladora era la consolación de los que no podíamos acceder a los carros chocones. Nuevamente la “matazón” para atrapar la silla pero con menos personas. Girábamos alcanzando al de adelante para luego impulsarlo con las piernas mandándolo por el cielo y escuchando a lo lejos la reprimenda del encargado. La “gigantesca” estrella quedaba relegada para los enamorados o los que gustaban de la suave brisa marina carupanera.

     Sobre nuestras cabezas las bambalinas, triángulos alargados extendidos por todo el cielo tapaban las nubes o la luna con sus colores; verdes, rojas, blancas, azules y amarillas, tronaban con el viento entre los gritos de los muchachos y el lento caminar de las parejas esquivando a los traviesos que corrían con sus algodones de azúcar o cotufas en las manos.

     Nuestros vendedores de “esnobor” y “raspaos o cepillaos”, atendían como podían a un remolino de apurados clientes que querían seguir divirtiéndose. Entre los sabores favoritos estaban; jovito, coco rosado, coco papelón, frambuesa, limón y tamarindo. El olor de las comidas; parrillas de pollo, empanadas y pinchos que quien sabe de qué carne eran, impregnaban el ambiente entre el humo de tabaco, tragos de ron y algunas cervezas.

      Y de los circos ¿a los circos? Esa es otra historia que narrar.

    Post data:

    En oportunidades estas breves y humildes entradas aportan poco o quizás nada, si lo que buscan son fechas, datos o bibliografía. Pero llevan implícita la posibilidad que los lectores plasmen sus aportes y comentarios,  bajo sus experiencias de vida y recuerdos, para que “alguien” pueda desarrollarlas con rigurosidad académica, que por cierto, no es mi propósito.

     Autor: Moisés Arrocha González

     Nota: la caricatura que acompaña estas líneas pertenece a uno de mis hijos Moisés Daniel  Arrocha Jiménez.


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