Europa
se encontraba enfrascada en la primera guerra mundial por esta razón existía
una censura muy fuerte que no permitía saber que pasaba, pero España que era un
país neutral si informo de la pandemia por lo cual comenzaron llamarla “La gripe española”. Algunos sugieren
que el virus surgió en Asia, pero hoy se sabe que el primer paciente del que se
tenga noticia, fue un cocinero de un campamento militar en Fort Riley, en
Kansas EEUU quien el día 4 de marzo de 1918, fue a la enfermería con dolor de
cabeza, y de garganta. La gripe se extendió velozmente por toda la costa este
de ese país, desde donde se embarcaban los soldados que marchaban a Francia para
participar en la guerra.
La pandemia por momentos amainaba por
momentos y luego reapareció por unas tres oportunidades de manera muy marcadas,
era el quinto año de la guerra entre septiembre y diciembre de 1918 ocurrieron
la mayor cantidad de fallecidos. Fue el único año de ese siglo en que decreció
la población del planeta, la guerra también aporto sus muertos.
En Venezuela, en la Guaira específicamente unos
marineros descargaban en el puerto mercancías de un barco proveniente de España
que había realizado una breve parada en Curazao. Y en unos días un hombre cae
desmayado con una intensa fiebre que confundieron con una simple gripe o
catarro pero ya al final de ese mismo el 16 de octubre eran 40 contagiados y en
un día pasaba de 500. Las autoridades no prestaron atención a la situación en
un primer momento.
Para el historiador
Luis H. Medina C. , en su investigación sobre la epidemia, apunta que ese día
de octubre Ignacio Andrade, para el momento Ministro de Relaciones Internacionales,
envía un telegrama a Juan Vicente Gómez, presidente de Venezuela, donde le anuncia
“…la novedad que han comunicado de epidemia es exagerada…sólo hay un catarro
que dura dos días…”. Así aparece expresado en el Boletín del Archivo Histórico
de Miraflores (Nro. 107-108). Pueden mirar las referencias.
Pero un
segundo telegrama del día 17 aclara un poco más lo que ocurre, el benemérito, con
un telegrama enviado por José Tagliaferro, director de la Sanidad Nacional que decía:
“la epidemia de gripe es sumamente contagiosa pero no presenta ninguna
gravedad…muchos enfermos la pasan caminando y no se registra ningún caso
fatal”.
De todas maneras por precaución ¿o cobardía? El caudillo permaneció en
Maracay, y se cuenta que no apareció en público durante los tres meses que duró la pandemia
en Venezuela.
Ante este
panorama poco alentador de la gripe mortal las autoridades se vieron obligadas
a actuar y se nombró la llamada Junta de Socorro Central en Caracas, dirigida
por el Dr. Luis Razetti, y conformada por el arzobispo Mons. Felipe Rincón
González, Vicente Lecuna, Santiago Vegas, Dr. Francisco. Antonio Risquez, Dr.
Rafael Requena, todos eran amigos y colegas del Dr. José Gregorio Hernández,
quien se incorpora como uno de los más activos luchadores y recién llegado de Europa.
La situación
pintaba un paisaje muy poco alentador, los hospitales que no eran muchos, estaban llenos de pacientes con problemas
respiratorios, ya habían cadáveres en las calles, morgues y campos santos, había
escasez de urnas y sepultureros, y por
las calles y caminos se veían filas de procesiones funerarias, velorios breves,
fosas comunes que en muchos lugares quedaron bautizadas como la peste. Más triste
no podía ser, después de guerras civiles y revoluciones surgía esto dando en
los pueblos y ciudades un ambiente pestilente, fúnebre, obscuro y numerosos
huérfanos y viudas deambulaban por las calles y caminos. Mientras los
fallecidos eran llevados en hombres o carretas tiradas por mulas o burros lo más
rápido posible.
En el cementerio enterraban dos, tres o más
muertos si eran de una misma familia, bajo este escenario de miseria, desnutrición
y carestía de hospitales frente a “La gripe española” la gente apelo a cuantos remedios estuvieran a su alcance:
guarapo de limón con papelón, purgantes como aceite de castor, pócimas
calientes, sobre todo con canela y
jengibre pero sobre todo, nunca faltaron los ruegos a Dios. Finalmente, la
peste cedió a finales de febrero de 1919.
Los médicos mandaban mucha hidratación y
sobre todo reposo, era muy poco lo que los médicos podían hacer ante los síntomas
de los enfermos por lo que recurrían a sangrías, purgantes, lavativas,
extractos de plantas y manaban a desinfectar con: iodo, arsénico y hasta
mercurio y estricnina con tabaco y alcohol.
Las aspirinas eran escasas pero buenas
para bajar la fiebre y quitar el malestar, pero todavía no se conocía cual era la dosis máxima que eran 4 gramos diarios y se
recetaban dosis entre 8 y 32 gramos al día. Una dosis así produce
hiperventilación y por arriba de 30 se crea edema del tejido pulmonar.
En algunos
países se recomendaba quinina que era efectiva para combatir la malaria, pero no servía
contra la gripe por el contrario añadía, síntomas que no producía la gripe, como
silbidos de oídos, mareos, orina con sangre y vómitos, temblores y falta de coordinación
de los movimientos.
Para colmo la pandemia alimentó la xenofobia
el racismo y hasta conductas clasistas.
En los EEUU acusaban a chinos de haber llevado la enfermedad. Por su parte los
chinos acusaban a los predicadores europeos. Y en España los portugueses eran acusados de ser
responsables de la gripe, mientras los portugueses acusaban a los españoles. Mientras
que en Nueva York se acusaba a los inmigrantes italianos que residían las afueras
pobres de la metrópoli. También en Suráfrica se aceleró el Apartheid acusando a
los negros de ser los causantes. Y en Brasil, se aplicaban cercos a las clases
pobres con la creencia de que se infectaban más por ser inferiores.
Como se
habrán dado cuenta, en esta reseña parafraseada se repiten situaciones
semejantes a los que no está tocando vivir hoy.
https://reportecatolicolaico.com/2020/03/jose-gregorio-hernandez-y-la-pandemia-de-la-gripe-espanola/
https://www.elimpulso.com/2020/03/18/la-gripe-espanola-devasto-a-venezuela/
https://prodavinci.com/la-pandemia-de-gripe-espanola-de-1918/
[Boletín del Archivo Histórico de
Miraflores, Venezuela, 2004 Vol. 45-46 Núm.
163-164