Las hermosas costas caribeñas que nos bañan, tienen en la isla de La Española, dos países Republica Dominicana y Haití, al frente de esta desconsolada ínsula, como solía llamar el Quijote a las islas, se encuentra la Isla de la Tortuga, entre los años 1.700 y 1800 los piratas tuvieron una base internacional en ese apartado paraje tropical.
Allí funciono una “asociación” que se conoció con el nombre de “Cofradía de los Hermanos de la Costa”, (Exquemeling, 1684) la cual marcho de manera muy cercana a las ideas de los amantes de la libertad.
Vivian en paz, franceses, ingleses, españoles, portugueses y hombres de otras nacionalidades algo que para la época no era común, también se toleraban los católicos con los protestantes. No tenían leyes, al menos escritas, pero si algunas costumbres, digamos algunos principios básicos, por ejemplo; no existían prejuicios de religión o de patria, estaba prohibida la propiedad de la tierra, nadie se metía en las situaciones individuales de otro, no habían jueces ni tribunales, nadie se embarcaba a navegar si no quería y podían dejar la cofradía cuando quisiera. En relación a las mujeres solo permitían esclavas y negras no se aceptaban mujeres blancas libres. Todos los “hermanos” eran iguales.
Uno de los pocos “privilegios” lo tenían los primeros que avistaran un barco o el primero que lo abordara, podía escoger una pieza del botín y lo que generalmente tomaban eran las pistolas del capitán, se dice que el pirata Barba Negra usaba ocho de ellas.
Las aventuras de la “Cofradía de los Hermanos de la Costa” y su original manera de organizarse fueron descritas por el holandés Alexandre Exquemeling, en su obra titulada “Bucaneros de América” en el año 1.684.
Muchas veces pasaron las naves piratas por nuestras costas saqueando pueblos y ciudades, oír los nombres de corsarios famosos como Francis Drake, John Hawkins y Walter Raleigh haciendo de las suyas era común, Amyas Preston y uno de sus amigos dirigieron el ataque a Caracas en el año 1595 después de viajar desde las Isla Canarias a Santo Domingo, Margarita, Cubagua, Coche y Cumana, luego de quemar nuestra capital se fueron a Coro y navegaron a Haití donde la fiebre disentería casi los acaba a todos.
Para el año 1.630 son nuevamente expulsados de la Tortuga haciendo que se desperdigaran por otras islas del Caribe como: Montserrat, Guadalupe, Martinica, Antigua, San Bartolomé, Aruba y Barbados.
Desapareciendo de esta manera lo que algunos autores consideran fue la única experiencia conocida de una sociedad libre en las Antillas.
Con las palabras que usted ha leído en las tres reseñas anteriores y en esta última he intentado dar testimonio de cómo ha sido el desarrollo, un tanto disperso de los libertarios y el influjo de sus ideas en nuestro país, si bien es cierto, no fuimos influidos tan fuertemente como otras naciones latinoamericanas, sin embargo no escapamos del todo a ello. Aun así espero haber despertado en ustedes la suficiente curiosidad por el tema y de este modo difundirlo. El nombre completo del artículo es: “El anarquismo en Venezuela y el Caribe: inmigrantes, aventureros y piratas”.
¿Cuántos libertarios pasaron navegando frente a nuestras costas, se perdieron en nuestros caminos y soñaron bajo nuestro cielo?
El poeta español Antonio Machado quien nació en Sevilla en 1.875 y murió exiliado en Francia en el pueblo de Collioure en 1.939, escribió estos versos que luego popularizo el juglar Joan Manuel Serrat, “Caminante, no hay camino”,
Caminante son tus huellas
El camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas sobre el mar
Concluyo con la siguiente reflexión, el gran éxito que ha tenido el Estado es haber convencido a las personas que la palabra libertad asuste y la palabra Estado no. Saludos.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Machado, A. (2003). Proverbios y cantares. Madrid: Editorial El País.
Exquemelin, Alexandre O. (1999). “Bucaneros de América” Editorial: Valdemar
Panclasta, B. (1932). Siete años enterrado vivo en las mazmorras de Gomezuela. Bogotá: Tipografía La libertad
Rangel, D. (2014). ¿Por qué los historiadores han matado a Coto Paul? Quinto Día. Semanario de los nuevos tiempos. [Semanario en línea], Disponible: http://www.quintodia.net/opinion/804/por-que-los-historiadores-han-matado-a-coto-paul. [Consulta: 2014, enero 22]
Rewald, J. (1994). Historia del impresionismo. Barcelona: Editorial Seix Barral.
Rubio, J. (1977). La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Madrid: Editoria
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