Antonio José
de Sucre se encuentra en el corazón y en la memoria de los pueblos que fueron
testigos de su noble gesta, como el nuestro. Son del conocimiento público sus
victorias en Pichincha (mayo 1822), Junín (agosto 1824) y Ayacucho (diciembre
1824). La parte más triste de su vida la sintetizamos en el momento de su
asesinato en las selvas de Berruecos (cerca de Pasto) el 4 de junio de 1830,
aunque muchos no sabrían localizar geográficamente el sitio dónde el Gran
Mariscal derramó su última gota de sangre.
Sucre, el héroe no necesita loas y alabanzas como era la costumbre en los
antiguos discursos pero si debemos recordarlo como un inmenso hombre.
Para la época en que nació el 3 de febrero de 1795 en Cumana, las primeras
letras y la iniciación de su educación, valores y principios los alcanzaban los
jóvenes en los lugares de su nacimiento, para después marcharse a Caracas.
Antonio José viaja a la capital siendo casi un niño (13 años) a comienzos del
año de 1808, llamado por su ilustre tío el acaudalado Canónigo (asesor jurídico
del cabildo catedral) Don José Domingo de Alcalá, quien costeo su educación y lo
inscribió en la Escuela de matemáticas que dirigía el Coronel de Ingenieros Don
Tomás Mires, de quien recibió clases de aritmética, álgebra, topografía,
geometría, nociones de construcciones civiles y de táctica.
Para conocer mejor al Gran Mariscal de Ayacucho repasemos cronológicamente
algunos hechos importantes de su agitada y corta vida.
Cronología:
- 1795 Nació en Cumaná.
- 1812 Alférez (aprendiz) de ingenieros al lado de Francisco de
Miranda
- 1813 y 1814 Participó en campañas militares con el General Santiago
Mariño
- 1817 El Libertador Simón Bolívar le confirió el grado de Coronel
- 1819 Recibió el grado militar de General de Brigada. El Libertador
nombró al general Sucre como jefe del Estado Mayor
- 1820 fue Ministro Interino de Guerra
- 1821 Fue nombrado jefe del Ejército del Sur de Colombia
- 1822 Dirigió y triunfó en la batalla de Pichincha, al occidente de
Quito.
- 1824 Dirigió el ejército libertador en la Batalla de Ayacucho
- 1825 Se proclamó en el Alto Perú la República de Bolivia, y el
Mariscal Sucre fue designado como su primer presidente
- 1828 Un motín en Chucluisac lo llevó a renunciar a la presidencia
de Bolivia
- 1829 Con el ejército colombiano, el Mariscal Sucre venció a las
tropas peruanas en la batalla de Tarqui
- 1830 Fue elegido presidente del Congreso Admirable
- 1830 Fue asesinado el 4 de junio en Berruecos cerca de Pasto
(Ecuador)
- 1900 Sus restos fueron llevados a la Catedral de Quito capital del
Ecuador
A sus treinta y cinco (35) años había alcanzado y culminado Sucre todas las
responsabilidades asignadas, obteniendo todos los honores y desempeñado todas
las máximas responsabilidades que puedan tener nuestras naciones. Sus logros
militares son muchos y ampliamente conocidos pero circunstancialmente se vio
obligado a practicar la diplomacia, es así como a los veinticinco años fue
Comisionado para concertar el Armisticio y el Tratado de Regularización de la
Guerra en 1820. Como ministro plenipotenciario extraordinario ante Quito en
1821, lleva facultades totales diplomáticas y de fuerza de Colombia al Perú, y
se le expide credencial amplia para tratar con los gobiernos de Chile y Buenos
Aires (Argentina).
En el arte bélico revela un virtuosismo impar, pero también es descollante en
su perfecto desempeño diplomático, desde el Tratado de Trujillo (1820) al de la
Capitulación en Tarqui (1829), vale decir, como diría Bolívar del “más
bello monumento a la piedad aplicada a la guerra”. En la rama judicial
no fue juez ni perteneció a ningún tribunal, pero le cabe el mérito de haber
creado e instalado la Corte Suprema de Justicia en Cuenca 1822 y la Corte
Superior de Justicia Boliviana de 1826.
Por último, para redondear su eximia personalidad, en la esfera máxima de la
cultura se ocupa de la universidad de Bolivia en 1825, a pesar de sus
abundantes ocupaciones jamás olvido a su familia, el perdón para sus
adversarios y el tratamiento respetuoso para los vencidos también fueron
valores que destacaron en el. Nada quedó fuera.
Los enormes esfuerzos, los agotadores desvelos por causa de la ausencia de
colaboración y colaboradores debilitaron su salud pero no su espíritu; el día
12 de diciembre de 1825 le escribió al General Carlos Soublette, a quien
consideraba su hermano: “a decirte verdad, valgo tanto como una
vieja maraca” (Salcedo,1995, p XXVIII).
Y podemos además agregar:
“Los
quebrantos, la dolencia “del pecho”, de la ingle, la “quebradura”
decía Sucre, las secuelas penosas de “tanta
andadera a caballo” su dolor
de la herida abierta y del brazo derecho inválido, con su mano sin fuerza y los
dedos tiesos, por el atentado de Chuquisaca, lo convertían en un hombre con
cuerpo extenuado” (Salcedo, 1995, p XVII).
La batalla de Pichincha ocurrida a las faldas del volcán del mismo nombre en
Ecuador el 24 de mayo de 1822 fue su primera prueba práctica de efectivo
americanismo. Bajó su ilustre mando tropas oriundas de distintas regiones, en
una acción coordinada pulcramente y con excelente precisión creada por él, obra
de soberbia y tenacidad, donde nada queda al azar, termina con brillo la
edificación de la Gran Colombia. Dos años más tarde fue Ayacucho. A Sucre le
toco comandar hermanados contra el gobierno imperial español valientes
combatientes de la América toda.
El historiador carupanero José Luis Salcedo Bastardo (1926-2005) se ocupo de
recopilar en su obra titulada “De mi propia mano” una selección de 225 textos
de casi 7000 analizadas (Fondo de Cultura Económica, 1995 - 479 páginas) Por
medio de las cuales podemos demostrar que el héroe de Pichincha fue un ser
humano leal, generoso, compasivo, fraterno, agradecido y con suficiente
autoridad cuando fue necesario, veamos:
Deseando transigir las discordias, armisticio
De este documento histórico les leeré solo el encabezado y el artículo número
uno, de hacerlo completo resultaría muy extenso:
Armisticio
concluido entre el libertador Presidente de Colombia (Simón Bolívar) y el
General en Jefe del ejército español (Pablo Morillo).
“Deseando
los Gobiernos de España y de Colombia transigir las discordias que existen
entre ambos pueblos; y considerando que el primero y más importante paso para
llegar a tan feliz término es suspender recíprocamente las armas, para poderse
entender y explicar, han convenido nombrar comisionados que estipulen y fijen
un armisticio, y en efecto han nombrado S.e. el general en jefe del ejército
expedicionario de costa firme, don Pablo Morillo, conde de Cartagena, de parte
del gobierno español, a los… y S.e. el presidente de Colombia,
Simón Bolívar, como jefe de la República, de parte de ella, a los señores
general de Brigada Antonio José de Sucre (el héroe de Pichincha), Coronel Pedro Briceño Méndez, y
Teniente-coronel José Gabriel Pérez, han convenido y convienen en el tratado de
armisticio, bajo los pactos que constan en los artículos siguientes:
Artículo 1º Tanto el ejército español como el de
Colombia suspenden sus hostilidades de todas clases, desde el momento que se
comunique la ratificación del presente tratado, sin que pueda continuarse la
guerra, ni ejecutarse ningún acto hostil entre las dos partes en toda la
extensión del territorio que posean durante este armisticio. (P 31)
Continuamos:
Conforme a las leyes de las naciones cultas
Aquí se pone de manifiesto el lado humano de Sucre, aún en las más sangrientas
conflagraciones deben existir reglas para reducir los horrores de la guerra a
muerte, del trato que se le debe dar a los vencidos y a los prisioneros y el
respeto que se merecen los pueblos ocupados, así como sepultar a los soldados
fallecidos. De todo esto se ocupo el héroe de Pichincha libertador de Ecuador y
de parte gigantesca de sur América, con este tratado se “deroga” el decreto de
la guerra muerte, veamos:
“Tratado de
Regularización de la Guerra
Deseando los
gobiernos de España y de Colombia manifestar al mundo el horror con que ven la
guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos territorios,
convirtiéndolos en un teatro de sangre; y deseando aprovechar el primer momento
de calma que se presenta para regularizar la guerra que existe entre ambos
gobiernos, conforme a las leyes de las naciones cultas y a los principios más
liberales y filantrópicos, han convenido en
nombrar comisionados que estipulen y fijen un tratado de regularización de la
guerra y en efecto, han nombrado, el Excmo. Señor general en jefe del ejército
expedicionario de costa firme, don Pablo Morillo, conde de Cartagena, de parte
del gobierno español… y el Excmo. Señor Presidente de la República
de Colombia, Simón Bolívar, como jefe de la República, de parte de ella, a los
señores General de Brigada Antonio José de Sucre, Coronel Pedro Briceño Méndez,
y Teniente Coronel José Gabriel Pérez, los cuales autorizados competentemente,
han convenido y convienen en los siguientes artículos:
Artículo 1º
La guerra entre España y Colombia se hará como la hacen los pueblos
civilizados, siempre que no se opongan las prácticas de ellos a alguno de los
artículos del presente tratado, que debe ser la primera y más inviolable regla
de ambos gobierno”(P. 37)
Yo imploro por la vida de este infortunado
El hombre piadoso y clemente esta también reflejado en el Abel del General
Bolívar como lo muestra esta carta:
“Oficio al
gobernador de Guayaquil. Excmo. Señor: he sido informado que un español de
apellido Sarabia encausado después de tres meses ha sido condenado a la pena
capital, y que se ejecutará en este día. Este día, señor, en que nosotros
celebramos el suceso más feliz para Colombia; hoy en que Guayaquil dirige sus
preces (Las preces
son cantos propios de la Misa hispánica, que solo se recitaban con
carácter de penitencia) al Dios de los ejércitos por la libertad de
Caracas; no debe afligirse a la humanidad más derramamiento de la sangre de un
hombre... (P. 56)
No por ser Sucre un hombre indulgente podemos pensar que no tenía carácter
cuando hacía falta, esta epístola (carta) lo demuestra:
El que robase más de un peso, será castigado con la muerte.
“Bando 7º
Antonio José de Sucre, General de Brigada, comandante General de la División
del Sur.
Habiendo
tenido algunas quejas de que la tropa toma violentamente en el mercado
artículos de comida, y que suele ir a las casas fuera de la ciudad y exigir de
los ciudadanos y de las mujeres otras cosas que no paga: siendo esta conducta
no sólo deshonrosa a la división, sino que ella, ahuyentando a los vendedores,
hace escasear las subsistencias, así para la tropa como para el pueblo, he
dispuesto lo siguiente:
1º Todo
individuo de la tropa que fuese aprehendido… fuera de la ciudad, sin el
correspondiente permiso, será juzgado como desertor. 2º El soldado que tomase a
cualquier ciudadano el valor de un real sufrirá la pena de doscientos palos, y
el que robase el valor de más de un peso, será castigado con la de muerte”( P.
77)
Yo estoy desde la edad de trece años en un cuartel
En esta misiva A. J. de Sucre hace uso de su magnificencia demostrando que a
pesar del tiempo, la distancia y la gloria alcanzada no abandona a los suyos,
permítanme leerles:
“Quito, 6 de
julio de 1822
Señor
general Francisco de Paula Santander.
Mi querido
General y amigo: en el correo pasado escribí a Ud., aunque de prisa, y ahora
tengo que hacer lo mismo aunque pensé ser largo; pero después que aquí no tengo
tiempo para cosa alguna particular, el trabajo se me ha recargado desde tres
días con el despacho de la división del Perú para su casa, con la atención de
cubrir sus inmensos gastos de que debíamos una porción… El departamento va poco a poco arreglándose, aunque está en bastante miseria
y en un desorden sus rentas. Van mil consultas en esta ocasión y deseara que
las contestaciones volasen. Todo el país está en quietud y todo muy amante a
Colombia; pero hablando a Ud. con verdad, yo querría que otro viniere a
conservar esta decisión que yo he podido formarle a costa de tanto trabajo y de
tanta incomodidad” (P.96-97)
Aquí pone de manifiesto su sinceridad y modestia o quizás por sentirse cansado,
escribe en esta misma carta:
“Temo, mi
amigo, que mi falta de luces para gobernar pueblos me haga cometer errores. Ud.
sabe que yo estoy desde la edad de trece años en un cuartel, y que nada sé de
las materias que a cada paso van a presentárseme. Mucho, mucho se lo dije al
Libertador, pero él insistió en que yo mandase un país que manifestaba alguna
deferencia por mí. Haré lo que Uds. Quieran” (P.97)
Ahora en la parte final ruega por uno de sus tíos, veamos:
Vamos a un
asunto particular. Yo tengo un tío en Caracas, hombre de muy buen talento, de
una probidad ejemplar, de mucho juicio y de conocimientos en el ramo de
hacienda en que se ha criado. Ha sido desgraciado en su carrera y parece que ni
aún ahora quiere la fortuna verlo. Tiene doce hijos, y él con su familia
perece. Soublette le ha ofrecido la administración de tabacos de Cumaná; pero
como aquella provincia le sea muy funesta a su salud, él pretende la contaduría
de Caracas o la administración de tabacos de Caracas, como verá Ud. por la
adjunta carta. La confianza que Ud. me ha dispensado y mi distinción a este tío
que es el que más he amado porque es el que casi me ha educado, hacen que yo
tome la libertad de recomendarlo” (P.97)
Aumentar los escasos fondos de la universidad
La última cita está
relacionada con la educación como les había comentado más arriba:
“República De Colombia.
Departamento de Quito, 6 de
septiembre de 1822
Señor
secretario de Estado y del Despacho de Hacienda, Doctor José María Castillo.
Señor
Secretario:
Una vez que
el Gobierno… se aplique a aumentar los escasos fondos de la universidad, sería
de desear que el Gobierno si lo creyere justo, destinase a este objeto
importante, las dos partes de los bienes de los religiosos que mueren, y que
con el nombre de espolios pertenecían antes a los vicarios generales de la
orden residentes en España y extinguidos por la constitución española. En
comunicaciones anteriores he consultado sobre la aplicación de estos fondos que
adjudicados a la universidad podrían ser útiles ya para mejorar la corta renta
de sus cátedras, y promover de este modo la instrucción pública muy atrasada
aquí, o ya para dotar con su producto una o dos becas, según alcance, en las
que puedan acomodarse los niños pobres que se dediquen a la carrera de los
estudios.
Dios guarde
a V.S. muchos años.
Señor Secretario. Antonio José de Sucre” (P.101)
Demostradas fehacientemente las virtudes del héroe de Pichincha, nuestro
cumanés, Antonio José de Sucre y Alcalá, podemos continuar. Tristemente
vio Bolívar la muerte de Sucre como la de un hijo.
Ahora permítanme contarles brevemente mis recuerdos con el actor de estas
líneas. Siendo yo niño, cuando estudiaba en el Grupo Escolar República de
Haití, me consideraban mis educadores un dibujante bastante regular, mi
maestra de entonces, Carmen Sánchez, me pidió que bosquejara un retrato relacionado
con la muerte del Mariscal Sucre para fijarlo en una cartelera porque se
celebraría la semana dedicada a su figura y a nuestra sección le correspondía
esa responsabilidad relacionada con el héroe. Mi siempre amada maestra me
mostro una fotografía de un libro, me dio papel y lápices de color y me dijo
“dibuja esto, guíate por este” se trataba de: “Muerte de Sucre en Berruecos”,
de Arturo Michelena (1895). En el oleo el soldado predilecto de Bolívar
asesinado en una emboscada yacía en el suelo mientras su hermoso corcel corría
en estampida por la selva, transcurría el día 4 de junio de 1830. El militar y
político cumanés había nacido el 3 de febrero de 1795 apenas 35
incesantes años duro su vida. Con el transcurrir de los años que ya son bastantes
me fui creando una imagen de Sucre distinta, ya no la de un hombre caído en el
suelo de América ahora es para todos nosotros de la mano de Bolívar, el hombre
que nos acompaña y enseña con sus valores y su moral. No puedo terminar estas
líneas sin decirles que fue Sucre un visitante inesperado de nuestra ciudad
seis años antes de pasar a la inmortalidad.
Con este
texto culmina mi discurso de orden en honor al Gran Mariscal:
El
día 20-12-1816.- se dio la “La Batalla en Río Caribe”. Contada por el mismo
Antonio José de Sucre:
“En
esta fecha el General José Francisco Bermúdez y el Coronel Antonio José de
Sucre, Jefe del Estado Mayor, intentan tomar Rio Caribe en 1816.
El
mismo Sucre lo narra en sus Memorias, dice que salieron de Güiria con 125
hombres en siete flecheras al mando del capitán de navío Antonio Díaz con
dirección a Carúpano, resueltos a tomarlo por asalto, pero habiendo
intentado hacer el desembarcó en la boca del río de Tío Pedro, fue
rechazado por la fuerte resistencia de partidas bien pertrechadas y emboscadas,
que allí había, con pérdida de los patriotas, de dos soldados de Dragones
muertos y cuatro heridos a bordo de la flechera “Comandanta”.
En
consecuencia, Bermúdez se dirigió con toda la escuadrilla al puerto
principal de la ciudad de Carúpano, y ancló fuera del alcance de los
tiros de artillería de la plaza, donde permaneció fondeado hasta llegar la
noche, que determinó salir y salió en efecto con tres flecheras y 75 hombres de
desembarco hacia Río Caribe, dejando el resto de los buques cerca del
puerto de Carúpano, hasta otra disposición.
A
las siete de la mañana, ya a la vista de Río Caribe, hizo desembarcar 25
hombres al mando del Capitán Gabriel Guerra, para que cargase por la derecha
sobre La Casa Fuerte, que había en el puerto, mientras que él, con el resto de
la tropa y su Estado Mayor, desembarcaba también y atacaba de frente a la Casa
Fuerte.
Practicose
con el mayor éxito la operación, pues los enemigos al cuarto de hora de combate
se pusieron en retirada por la población que estaba muy inmediata, tomando en
seguida posiciones en una casa de alto en la plaza donde se hicieron
firmes y resistieron los fuegos que los patriotas hacían casi a quema ropa.
En
este estado y como a las dos de la tarde, el capitán Añez, margariteño al
servicio de los españoles, que se encontraba apostado con una columna de
más de 200 hombres en Puerto Santo, punto inmediato, llegó en auxilio de
los suyos.
Aunque
convencido Bermúdez y su Jefe de Estado Mayor Coronel Antonio José de Sucre, de
que era imposible resistir a los realistas con la insignificante fuerza que
tenían, determinaron esperarlos en la playa, para hacer allí una
tentativa apoyados en las flecheras; y en realidad, como a las tres
de la tarde los enemigos seguros de la victoria, por la superioridad de su
número, atacaron con intrepidez a los patriotas, quienes resistieron con
heroísmo, luchado casi a las manos, por más de hora y media, hasta que se
vieron obligados a tirarse al mar, única retirada que tenían, para tomar a nado
las flecheras bajo un fuego nutridísimo de los realistas, pues estos hicieron
la persecución hasta donde les fue dable, dentro del agua. Los de la Plaza que ya están en cuenta de que se acercan los
expedicionarios, tienen reforzado no solamente a Río Caribe, sino también a
Puerto Santo y hasta la misma ensenada de Tío Pedro. De allí el que
habiendo llegado Bermúdez a la Boca del Río, el comandante Ferino
rompiera los fuegos de manera tan nutrida, que se ve en la necesidad, no
obstante su imponderable valor, de retirarse sin haber logrado siquiera poner
los pies en tierra” (este texto es un resumen de uno más completo
perteneciente al Cronista Oficial de la ciudad de Cumana, ver referencias bibliográficas)
Qué bueno
fue saber que el héroe transitó por estos lares en donde años después se
erigirían las dos plazas de Sucre, primero la de un sencillo busto en mármol
blanco y la de hoy un enorme hombre en bronce.
Referencias bibliográficas
José Luis
salcedo Bastardo http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191121035034/De_mi_propia_mano.pdf
http://cronistadecumana.blogspot.com/2016/10/diciembre-memoria-historica-de-cumana.html