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domingo, 12 de septiembre de 2021

El indio realista Macario Martínez, Carúpano. Año 1820

 

 


Conocedor de todas las montañas cercanas a Carúpano, el indio Macario Martínez fue el azote de los patriotas en toda la región, Bartolomé Tavera Acosta (1865-1931), nuestro historiador y paisano descubrió para nosotros su semblante, sus hazañas y su trágico final. “Historia de Carúpano” editada por primera vez en el año 1930 y con total de 364 páginas es la obra que seleccione para comentar esta entrada y es la investigación más detallada que se tiene sobre Macario Martínez.

     Me lo imagino cargando con sus seguidores, una pistola o un fusil de metro y medio y de unos seis kilogramos de peso, este tipo de armas se cargaban con pólvora negra que al disparar dejaban un rastro de humo que cubría un amplio espacio. Un disparo de esas armas salía para cualquier lado no era una cuestión de puntería sino de suerte para dar en el blanco. Por lo cual era usual dispararle a un grupo de soldados y ni a uno en particular, cuando se trataba de atacar a un solo enemigo era más oportuno usar un cuchillo o un sable, hombre resuelto el indio Macario. Tenían que ser estos soldados de ambos bandos personajes sin sentimientos a la hora del combate. Cuando debían usar una bayoneta, tosca de poco filo y mucho peso que debían clavar varias veces a sus oponentes se ponían en evidencia que eran gente de sangre fría.   

     Con sus combatientes entre los riscos y las sierras, quizás montados en los árboles, estos ágiles y escurridizos combatientes carupaneros partidarios del rey de España aparecían y desaparecían.  

     Hombre de a pie o cabalgando en bestias por caminos llenos de tunas y cardones, con frío o calor hirviente, con lluvia o sequía,  Macario aparecía con su gente, disparaba, tomaba un lugar y desaparecía por los caminos de Paria. Héroe realista olvidado por la historia si no fuera por Bartolomé Tavera Acosta. Él disfrutaba atacando a todos los alzados contra España, se dio el lujo de preocupar a los más importantes generales patriotas, incluyendo a Bolívar. De sus características físicas se dice poco y al parecer era pariente de Isidro Barradas, quien era sobrino de Francisco de Miranda que vivió en Carúpano, a continuación escribió:

 “Así como entre los que siguieron las bandera del rey se contaron a los Barradas y Martínez, los Barradas y González, los Ordosgoiti, los González, los Guánchez, los Domínguez, los Ibarreneta, los Quijada, los Barrio-nuevo, los Ocampo y señaladamente el famoso indio Macario Martínez, carupanero muy afecto a los Barradas y Martínez” (p.100)

   

     En uno de mis anteriores artículos titulado; “Sobrino de Francisco De Miranda vivió en Carúpano. Año 1791”, había señalado la presencia de la familia Barrada Miranda aquí en nuestra ciudad portuaria. Leyendo a Tavera Acosta resulto que existe un  vínculo de esta familia con el indio Macario Martinez aunque nunca ha sido totalmente aclarado totalmente.

    Describe Tavera Acosta en su estilo muy peculiar, uno de los tantos ataques, tomas y avanzadas que  Macario llevo a acabo en  Carúpano, veamos:

 

“Poco despues de haber pasado Bermudez por Carúpano, sufre la poblacion un asalto de Macario Martinez y de su segundo Francisco Quijada. Defienden la plaza el comandante Bernardo Olivier Marcano, que es el jefe militar, y los oficiales Jerónimo Salazar Vetancourt y Luis Alcal,a quienes sostienen las baterias del puerto. Los asaltantes acometen sobre el cuartel y sobre las mencionadas fortificaciones, pero quedan derrotados. Salazar resulta herido. Martínez y Quijada corren a las serranias de Cusma y Chipichipi y no son perseguidos. Tras breves dias trascurridos volveran atacar y ocupar la población, en donde capturan a Salazar, todavía curándose la herida que antes recibiera. A poco abandonan la plaza y así mantienen en constante alarma a los moradores, hasta la entrada en Carúpano del terrible coronel Morales”. (p.129)

    

     Aclaremos dos conceptos antes de continuar; cuando se habla de plaza y cuando de batería, la primera palabra se usa como sinónimo de lugar a conquistar y la segunda a un grupo o conjunto de cañones.

     Poseía Macario buena información de “espías” en la ciudad que le notificaban de todo lo que pasaba, lo que le ayudaba a atacar y retirarse con rapidez, teniendo ventaja sobre nuestros héroes patriotas, se internaba por Cusma o Chipichipe y aparecía por San José o Cariaquito. Tiempos después insistía, surgía sorpresivamente por el cerro de El Calvario, Curacho, El Tigre o la bahía de Tío Pedro incomodando y manteniendo en jaque a la población, además de comprometer constantemente a los comandantes del puerto.     

     Para colmo de nuestros generales Macario contaba con el apoyo casi unánime de los habitantes de Carúpano-Arriba, lugar donde se fundo la ciudad el 23 de diciembre de 1647. En este mismo lugar fue donde se decreto la libertad de los esclavos el día 2 de junio de 1816.

      En pocas palabras, este “guerrillero realista” se manejaba a su antojo por aquellos lares. La molestia del general Bolívar fue tan grande como que al ver que los habitantes del lugar no aceptaban la libertad y tampoco querían servir a la causa republicana, el 21 de junio del año 1816 dicto el siguiente decreto:

 

“ Art. 1.- Por la última vez se invita a los habitantes de Carúpano-Arriba, para que se restituyan a sus casas, presentándose en este Cuartel General dentro del término preciso de veinticuatro horas, que se darán por cumplidas mañana a las dos de la tarde.

Art. 2 – El cortijo o guarida de Carupano-Arriba será quemado y destruido absolutamente, con cuanto pertenezca a sus habitantes, dos horas despues de haberse cumplidoel término que se señala, sin que jamas pueda ser reedificado, si no cumplieren con el tenor de este decreto” (p.158)

    

      Señala Tavera Acosta que no le hicieron caso al decreto y tampoco existen pruebas de que el poblado haya sido quemado, salia nuevamente victorioso Macario. Los habitantes se refugiaron en Maturincito, Buena Vista, aparte de Cusma, Chipichipi y otros poblados de las montañas cercanas en done lo conocían bien. Se dice que Mariño arribo a Carúpano para pacificarlo objetivo que no logro por completo porque nuevamente Macario escapaba con vida, continuemos con la narración de nuestro historiador:

“Un día, de los primeros del mes de junio, se resuelve a atacar a los patriotas. Así lo efectúa, pero con tan mala suerte, que hasta con dos heridas sale con la derrota que le infligen. A poco se rehace y vuelve a embestir. Los patriotas que han agotado las municiones, se retiran, y Macario, herido, se adueña de la plaza. Deja a su segundo, Quijada, encargado del mando militar y se embarca para Trinidad a curarse y comprar pertrechos con que continuar la guerra en mejores condiciones” (p. 168)

   

 No se tiene información de la magnitud de las heridas del “guerrillero realista”, tampoco cuanto tiempo duró su ausencia cubierta por Quijada. Lo cierto es que al poco tiempo estaba nuevamente merodeando la plaza, seguimos comentando: “Hallace Canterac todavía en Carúpano al regreso de Macario. El jefe español le proporciona armas y pertrechos …”. (p169)

    

     Unas lineas mas adelante vamos a recordarles quien es Canterac, continuamos:

” Canterac hace reparar las baterías del puerto, destruidas  el año anterior de orden de Bolívar, a fin de dejárselas utilisables al brigadier Cires. Asimismo dispone la construcción de un fortín en la cumbre del cerro que se encuentra a sotavento del puerto, que se conoce como La Vigia” (p. 170)  

 

     Canterac, cuyo nombre completo era José de Canterac fue nada más y nada menos a quien le toco firmar la capitulación del imperio español en Ayacucho en  el año 1824 con la cual terminaba el dominio imperial sobre parte importante de la América del Sur. El otro personaje nombrado en la cita es el coronel realista Tomás de Cires gobernador de la provincia de Cumana. Con todos estos importantes personajes históricos se relaciono el protagonista de este artículo, el indio Macario Marínez.

      Las dos últimas líneas de la cita anterior no deben dejar de comentarse, se ordena la construcción de un fortín en la cima de la montaña La Vigía lugar que hasta el sol de hoy ocupa un lugar con una vista absolutamente privilegiada sobre la ciudad y el mar Caribe, protagonista altanera y silenciosa de más batallas por venir a lo largo de los años.

“Carbonell y Guánchez entregan la plaza a los patriotas carupaneros el 25 de noviembre de 1820. Así Fuentes la de Cariaco. Ese día “cayo en poder de los independientes el Castillo de la Muerte, último asilo de los godos en Carúpano: el 26 quedó prisionera la guarnición de Río Caribe, y al finalizar el mes estaba libre de enemigos toda la cordillera hasta Güiria”. Desde entonces dejan de flamear para siempre a título de jurisdicción sobre los muros de Carúpano, las gloriosas banderas de Castilla" (p. 193)

   

 ¿Pero a que ustedes no se imaginan quién se negó a rendirse así nada más? El indio Macario Martínez, el “irreductible” como lo llamo Bartolomé Tavera Acosta. Al final y después de tanto batallar, no sabemos si por voluntad propia o por engaño aparece Macario. Veamos otra pequeña cita, ya estamos por terminar:

“Sólo queda en armas con unos pocos hombres en la serranías de Cusma y Chipichipi, el irreductible Macario Martínez, manteniendo en constante alarma a la población. Las autoridades envían sobre él varias comisiones sin alcanzar ninguna de ellas la captura del último venezolano que sostiene el pendón del Rey en la región carupanera. Finalmente, el Comandante Militar ordena marcharse el oficial Antonio Salcedo con una compañía e instrucciones de arrasar a todo trance con Macario y con cuantos con él se hallen, si no aceptan salvoconducto y las garantías que se les ofrecen. Salcedo marcha y logra el mejor éxito. Macario se entrega y viene a Carúpano; pero al llegar queda reducido a la cárcel” (p. 193)

 

     El historiador dice “aparece Macario” y nos preguntamos ¿acaso rendido? ¿engañado? ¿delatado? Hemos llegado al final del héroe realista carupanero, personaje olvidado de no ser por Tavera Acosta. Con esta última cita terminamos:

“Hallase a la sazón en el puerto una goleta de guerra al mando del Comandante José María García. Las autoridades de Carúpano lo embarcan para La Guaira. Abordo lo encadenan y ya en viaje, entre Carúpano y Margarita, es fusilado en la proa de la goleta y arrojado al mar su cadáver con grillos y todo. Así cayó el leal y valeroso indígena carupanero, después de haber combatido tesoneramente bajo las banderas realistas” (p. 194)

    

     Triste final para quien combatió ante tantos hombres importantes de nuestra historia latinoamericana, nacional y local. Había para ese momento en el puerto, dice Tavera Acosta, una goleta, ni sabemos su nombre, ni su envergadura, si era de dos mástiles o más, no tenemos algún dato que nos permita identificarla. En 1821 José María García comandaba una goleta de nombre “Diana” pero no quiere decir que fuese en ella donde se le dio muerte a Macario en la proa (parte delantera de una embarcación). ¿Quién dio la orden de asesinarlo y arrojar su cuerpo al mar? ¿Qué sucedió con sus compañeros de armas?, ¿Corrieron igual suerte?, ¿Por qué los historiadores no nombran a Macario? ¿Acaso por sus raíces indígenas?    

Bibliografía

Tavera Acosta, B. (1969) Historia de Carúpano. Imprenta Ministerio de Educación, Caracas.

 

 


miércoles, 11 de agosto de 2021

LOS CARRITOS CHOCONES (1960-70 y 80)

 

 


¡Llegaron los carritos chocones, los caballitos, llegó la estrella!    En la orilla de la playa de nuestro puerto lleno de hechos históricos; donde el general Bolívar caminó y oteo su horizonte, se repelieron invasiones de países enemigos, donde además presenciamos guerras civiles y alzamientos militares. Lugar de llegada de enormes navíos como: el Orange Nassau, Cottica, El Paparo, tiempo después navíos de la armada y submarinos así como como el buque oceanográfico Calipso de  Jacques-Yves Cousteau y tantos más.

     En los años ochenta los ferris Isla de Coche e Isla de Cubagua navegaban entre nuestro puerto, Margarita y La Guaira. Mercado de exportación de productos agrícolas, estación de arribo del teleférico con mineral de azufre desde El Pilar, testigo del paso del tranvía por la avenida Cartagena, iluminados por su faro.

     Testigo de los desfiles de carnaval con los “muñecos cabezones”, el cacharrito y las carrozas entre las que recuerdo las de las colonias españolas (nuestro padre Ruperto Arrocha Tavio diseño y las construyo casi todas), la colonia árabe, la italiana. Durante años nuestras reinas como; Catalina Martínez Latuff (1967), Ana Rojas Bertti (1968), Bárbara Toevs (1969), Carmen Ferrer (1972), aparte de saludar desde sus carrozas muy probablemente chocaron con sus cabellos sueltos en aquellos furtivos parques mecánicos.

      No se puede olvidar las calles cubiertas de bambalinas que todos los años se recogían y guardaban para el próximo carnaval. Y estaba de moda la melodía “Abajo en la esquina” del grupo Credence Clearwater Revival.

     Transformado su litoral con la construcción de la avenida perimetral Rómulo Gallegos, cambio su rostro colonial por una cara moderna. Una plaza para sus carnavales, que se hicieron famosos al pasar de los años con una moderna concha acústica para los principales eventos musicales y culturales. Eventualmente lugar de confrontación de peleas callejeras a puñetazo limpio.

     A su lado en una hondonada flanqueada por la desembocadura del rio Candoroso, llamado despectivamente por los carupaneros como “Guatero”, fue el lugar preferido para instalar los circos y las compañías de entretenimiento mecánico. Desplazando por momentos a otras locaciones; el Mangle, el Boquete, el Yunque, Los Molinos. Parques más modestos con tres o cuatro diversiones se ubicaban en Tío Pedro, antes de remodelarse la Plaza Sucre, Macarapana, Playa Grande y otras localidades.

     Nuestro litoral, presenció el caminar de ciudadanos a sus tareas diarias en el muelle y la aduana. Siempre había tiempo para las citas de los amantes y los conspiradores. Senda de tristes cortejos fúnebres en los hombros de parroquianos acongojados rumbo a la iglesia Santa Rosa y el cementerio.

     Escenario en la desembocadura del rio del primer evento que yo recuerde de “moto cross” con motocicletas de paseo y teniendo como temerario piloto al frente a “metralla”, cuyo nombre de pila no recuerdo.

     Las principales diversiones eran; los carros chocones para adultos y para niños, la casa del terror, la estrella, la silla voladora, los tazones, montaña rusa, el carrusel para niños y otros para jóvenes, que aquí llamábamos los caballitos, bellos corceles de madera o plástico que giraban, vivamente coloreados que subían y bajaban con los niños, a veces sostenidos por sus padres que aprovechaban para darse “una colita”.

     Y para adultos, existía un “cuadrilátero” que en el centro tenía una mesa llena de botellas de licor en forma de pirámide, en su base ubicaban las botellas más económicas, como “vino pasita” y en la cúspide las bebidas de mayor precio. Se compraba un ticket para unas tres argollas que había que lanzar con puntería y ensartar en el cuello del recipiente para ganarla, algunas tenían atadas con una liga de goma algunos billetes de alta o poca denominación según el lugar de asiento en aquella abigarrada estructura.

     Si un menor de edad pretendía adquirir las anillas, el encargado, por lo general un hombre mal encarado, podía decirte algo como, “tú no puedes eres muy carajito”.

     Los kioscos de apuestas no faltaban y viejos tahúres se colocaban cerca de las diversiones para hacer de las suyas. En unas mesas con precarios techos y en las noches tenuemente alumbradas, con un dado enorme o una misteriosa tómbola con la que los dueños siempre terminaban ganando, hacían de las suyas, cada número estaba representado por un animal o una figura.

      ¡Saliooo el tres, el caimáaan!, ¡repitió el seisss, la iglesia! Gritaban tratando de llamar la atención de la gente. Un apostador ganaba y nueve perdían.

    La música se expandía con aquellas cornetas cónicas ubicadas estratégicamente en lo alto de los postes y desde la tarde empezaban hasta terminar a media noche. Su presencia estaba garantizada en fechas como diciembre, carnavales, semana santa, vacaciones escolares o fiestas patronales por esos días segurito que estaban presentes.

     Como escapado de un circo o quizás había trabajado en alguno, aquel hombre encargado de recoger los boletos, saltaba de un vehículo a otro apoyado sobre las gomas negras que servían para amortiguar los golpes, girando como bailarín y haciendo piruetas, sosteniéndose en el poste por el que se alimentaban de corriente aquellos “veloces” aparatos pintados de los más vistosos colores, llenos de chispas que caen del roce de una antena que contactaba en lo alto una malla electrificada. Todo un maromero entre el trafico chocón.

     Cuando el parque iniciaba sus labores, como a eso de las cuatro o cinco de la tarde, la pista estaba siempre desocupada y podía uno pasear plácidamente por toda ella, sin las preocupaciones que causaba el tráfico. Al terminar el “set” y quedar los carros regados por el lugar daba envidia ver al encargado estacionarlos todos con una pericia extraordinaria, de retroceso los colocaba uno pegado al lado del otro esperando nuevos choferes.

     Rodábamos entre el olor a gasoil rociado en la pista, el ruido del generador eléctrico. Su humo y el tosco ruido del metal de las ruedas que ocultas por debajo permitían avanzar al aparato. Nos ubicábamos expectantes en el borde de la estructura para saltar sobre el carro más rápido o en el que pudiéramos, peleándonos para “agarrar” uno, en oportunidades no se podía y había que esperar nuevamente que transcurrieran los tres  o cinco minutos que se nos hacían interminables y cortísimos para los que conducían buscando a la muchacha bonita, conductora que aterrada giraba en círculos o se pegaba en un borde recibiendo instrucciones y abucheos todo el  público incluyendo familiares y amigos. 

     Nuevamente la acción salvadora del equilibrista, del trapecista de las chispas que mágicamente y de la nada aparecía como “Mandrake el Mago” y la despegaba de aquel lugar, segundos antes que la “chicharra” sonara, indicando que se terminaba el tiempo para esquivar o continuar chocando. Nuevamente la correría, los resbalones y cuando pensabas que ya podías montarte en tu bólido, resulta que el chofer tenía una “catajarria” de tiques, o era familia (con boletos de cortesía) del empleado cobrador, árbitro y domador de enfurecidos usuarios que debía correr al tráiler a pasar la corriente y comenzar nuevamente a contar los minutos del “round”.

     Decepcionados después de varios intentos nos retirábamos o retiraban arrastrándonos de la mano, resignados o frustrados a usar la entrada en otro de los aparatos mecánicos. La silla voladora era la consolación de los que no podíamos acceder a los carros chocones. Nuevamente la “matazón” para atrapar la silla pero con menos personas. Girábamos alcanzando al de adelante para luego impulsarlo con las piernas mandándolo por el cielo y escuchando a lo lejos la reprimenda del encargado. La “gigantesca” estrella quedaba relegada para los enamorados o los que gustaban de la suave brisa marina carupanera.

     Sobre nuestras cabezas las bambalinas, triángulos alargados extendidos por todo el cielo tapaban las nubes o la luna con sus colores; verdes, rojas, blancas, azules y amarillas, tronaban con el viento entre los gritos de los muchachos y el lento caminar de las parejas esquivando a los traviesos que corrían con sus algodones de azúcar o cotufas en las manos.

     Nuestros vendedores de “esnobor” y “raspaos o cepillaos”, atendían como podían a un remolino de apurados clientes que querían seguir divirtiéndose. Entre los sabores favoritos estaban; jovito, coco rosado, coco papelón, frambuesa, limón y tamarindo. El olor de las comidas; parrillas de pollo, empanadas y pinchos que quien sabe de qué carne eran, impregnaban el ambiente entre el humo de tabaco, tragos de ron y algunas cervezas.

      Y de los circos ¿a los circos? Esa es otra historia que narrar.

    Post data:

    En oportunidades estas breves y humildes entradas aportan poco o quizás nada, si lo que buscan son fechas, datos o bibliografía. Pero llevan implícita la posibilidad que los lectores plasmen sus aportes y comentarios,  bajo sus experiencias de vida y recuerdos, para que “alguien” pueda desarrollarlas con rigurosidad académica, que por cierto, no es mi propósito.

     Autor: Moisés Arrocha González

     Nota: la caricatura que acompaña estas líneas pertenece a uno de mis hijos Moisés Daniel  Arrocha Jiménez.


sábado, 17 de julio de 2021

El huracán que destruyo Carúpano y Margarita (año 1933)

 


Cuando en Paria amanece nublado, con truenos y relámpagos, nos vienen a la memoria los cuentos de los abuelos referidos a los huracanes. Contaban los “viejos” que en el año 1933 un día martes 28 de junio, ocurrió una verdadera calamidad que generó grandes pérdidas económicas y de vidas, en toda la península y en la Isla de Margarita.

     En Europa otro huracán se preparaba para arrasar todo ese continente por varios años, Adolfo Hitler lograba ser nombrado canciller de Alemania por el presidente Paul von Hindenburg. Pero esa es otra historia triste.

    Las fuentes informativas consultadas, fundamentalmente periódicos de la época,  coinciden en señalar que el vendaval tomo una “ruta” casi inusual para ellos, siempre pasan más al norte o más abajo, por el Orinoco. Pero este atravesó desde el sur de Trinidad, arrasando la población de Cedros, destruyendo unos 30 pozos petroleros y derribando postes de luz, telégrafos y teléfonos además de una cárcel de donde huyeron algunos presos. Entro a tierra firme por Pedernales y supero las montañas Parianas en dos terribles horas, continuó rumbo a Margarita (Pampatar, La Asunción) y luego por el Caribe (La Blanquilla) devastado todo a su paso. El desastroso itinerario de este huracán sin nombre siguió más o menos así; el 1 de julio pasa al sur de Jamaica, el 3 de julio al oeste de Cuba, entre el 5 y el 8 de julio penetra en el golfo de México tocando territorio continental y disipándose después de arrasar con cualquiera obstáculo en su camino.

     En Paria, Margarita y en todo Oriente se usaba como fecha de referencia el “vendaval del 33”. Por ejemplo: “paito y maita” se casaron siete años posteriormente a lo del ciclón, “cuando el vendaval paso ya tu abuelo se había muerto”. Después de aquel hecho vendría como es de imaginar, una epidemia de paludismo seguida de una hambruna que la gente bautizo “la maestra”.

     Por una parte resultaron fuertemente afectados; Carúpano, Puerto Santo, Rio Caribe, Yaguaraparo, por otro lado Tunapuy, El Pilar, Casanay, Nueva Colombia y toda Paria. Cariaco y sus  caseríos quedaron sumergidos por el agua desbordada del rio Carinicuao. Procedente de Pedernales (seguro la etnia warao tendrá entre en su historia algo de este suceso) y Guanoco, salió rumbo a Margarita. Un huracán es según la mitología Kuai-mare un espíritu que anda con la cara tapada para no provocar vientos, huracanes o terremotos, pero que una vez al año se la levanta y aviva estas catástrofes. Los indios Caribes llamaban a la tormenta, el padre de los vientos.

 

    Hoy podemos por medios digitales y tecnológicos ubicar páginas especializadas y hacerle seguimiento desde; satélites, radares y aviones y previendo con cierta antelación su posible recorrido.

      Ud. puede acceder a la https://www.star.nesdis.noaa.gov y buscar un evento de esta naturaleza en cualquier lugar del mundo. Pero esto no nos pone a salvo de su trayectoria. En aquellos años por medio de telegramas enviados desde algún navío bien equipado, podían, realizando lecturas de la presión barométrica y avisar a algún puerto o buque cercano y entonces presuponer la presencia de un huracán, era de todo lo se disponía.

     Seguro que en su violento transitar por el delta del Orinoco volaron dantas, chigüires, báquiros, perezas, y terminaron nadando gavilanes, guacamayas, pericos, loros. Se escondieron los manatíes, toninas, los monos capuchinos y araguatos, mapanare, babos, iguanas y hay quienes afirman que en ese viaje vinieron de otras latitudes (Surinam y Guayana francesa), la Hylesia Metabus (palometa peluda).

Relata Rommel Contreras, investigador y docente de la UDO Cumana, en su trabajo titulado: El Huracán de 1933, La gran tormenta o vendaval (2013):

 “Papá en Río Caribe, en compañía de su abuela materna (mamá Rita), acostados en el catre, soportaron toda la noche el ruido de las gotas de lluvia que caían como cascajos en el techo, y anegaron la casa. La anciana (hija de isleños), había escuchado de su padre historias de huracanes, por lo que en sus oraciones (que después fueron poemas) pidió con fe la salvación del pueblo y de sus campos. La familia en Río Salao estuvo preocupada porque suponían que a los de Río Caribe se les iba a caer la casa encima”(P. 2)

 Antes del huracán del 33 se tiene información de otros antecesores, el San Calixto que arraso con las Antillas menores en octubre de 1780 y también algunos de gran fuerza y embate en los años 1877 y 1892. En el siglo XX para 1933, 1974, 1988 y 1993.

     Cuando la tormenta Alma en 1974 vivíamos en Tío Pedro y recuerdo que en el puerto estaba un navío militar, un trasporte de tropas, que debieron resguardar adentrándolo un poco en la bahía de Hernán Vásquez, fueron dos días de vientos y lluvias y el 14 de agosto, un avión de Aeropostal se estrelló contra el cerro El Piache, en Margarita. Fue la primera tormenta de la que se tenga información que afectara a Trinidad y Venezuela.

 

     La hora en que se produjo el paso del vendaval, en el día contribuyo a que la cantidad de afectados fuera menor de haber ocurrido en la noche el número de víctimas habría sido mayor, aunque les toco pasar varias noches a oscuras y trabajando para reparar lo que era suyo y lo que no también.

     No logre ubicar el nombre de embarcaciones afectadas aquí en Carúpano, pero si se sabe que el puerto quedo muy afectado, en Margarita  se hundieron la goleta “Ana Teresa”, el bote “San Juan Bautista”, la balandra “Magnolia” sufrió serias averías, este fuerte huracán produjo el célebre naufragio también de la balandra “Palmira”, hundida en Pampatar que ocasiono numerosos muertos y pérdidas materiales. Es mes junio del 33 fue de abundantes lluvias en toda la región oriental algunos datos señalan que en ese año se registraron más de 20 huracanes en el mar Caribe.

    Decir que el huracán afecto el desarrollo regional es obvio, a esto se sumaron los problemas económicos mundiales (crack de 1929) haciendo bajar los precios del cacao y el café, además de la falta de afecto que sentía por esta tierra el general Juan Vicente Gómez por haber sido derrotado y herido, la única vez en su vida, en nuestra ciudad el 5 de mayo de 1902.parte importante de la información aquí plasmada se logro obtener por historias de vida repetidas por nuestros abuelos.

     Investigar intentando conseguir algo nuevo que aportar a hechos históricos desde Internet parece fácil, pero no, no lo es, son horas y horas, interrumpidas por las tareas habituales. Eso sí, escribe uno estas líneas con mucho gusto, saludos. 

 

 

Notas orientadoras

ORTIZ, Fernando. El Huracán. Su mitología y sus símbolos. 1ª. Reimpreso. México: F.C.E, 1984.

SOSA HURTADO, Marina; DEL SOL HERNÁNDEZ, Acacia. Variación del estado del mar al paso de las ondas tropicales por el mar Caribe. Revista de Climatología. Cuba: Instituto de Meteorología (CITMA), vol. 2, 2002.

NATIONAL OCEANIC AND ATMOSFERIC ADMINISTRATION. National Weather Service, Tropical Prediction Center, National Hurricane Center. NH/TPC Archive of Past Hurricane Seasons. [En línea]. <http://www.nhc.noaa.gov/pastall.shtml>. [28 de julio de 2021].

CONTRERAS, Rommel. EL HURACÁN DE 1933 / La Gran Tormenta o El Vendaval. 2013 rommeljose@gmail.com

GOMEZ, A.F. “El Huracán de 1933”, Editorial Trillas, Venezuela Fundación Neospartana. 1983

 

 

 

 

 

 


Los órganos armónicos extraviados, Iglesia Santa Rosa de Lima Carúpano (Años: 1865, 1879 y 1903)

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